Miguel Sánchez es director de Innovación de emprendedores de la Escuela de Organización Industrial (EOI). Ha sido consultor e investigador. El martes pasado participó como expositor en la presentación del proyecto Ecuador productivo y sostenible 2030, organizado por el Comité Empresarial Ecuatoriano.Foto: cortesía CCE.
Entrevista a Miguel Sánchez , experto español en innovación.
El sector productivo presentó el martes pasado una agenda al 2030. ¿Qué se puede planificar a largo plazo y qué no, en medio de cambios tecnológicos que se producen cada semana, cada día, cada segundo?
Hay que hacer ejercicios de planificación con objetivos que se puedan medir. Pero esos objetivos deben estar en constante revisión, porque la tecnología obliga a replantear productos, objetivos, clientes. Esta cuarta revolución industrial obliga a estar en un continuo proceso de mejora de productos y servicios.
¿Qué es aquello que no se puede planificar?
Que los planes se vayan a cumplir. Debe haber un margen de innovación disruptivo para hacer cosas diferentes y para generar productos y servicios diferentes.
¿Por qué China sí puede planificar a 50 años?
Los objetivos de crecimiento son los que se pueden cumplir. Lo importante es poder, en el camino, cambiar las herramientas. Y, por eso, China siempre está comprando innovación, tecnología, etc.
¿Cómo se hace esa planificación?
Hay diferentes niveles de planificación. Uno macro en donde hay objetivos y metas capaces de ser medidos. Luego está la planificación empresarial, donde se tiene que canalizar el momento que vivimos y entender que la tecnología está transformando los modelos de negocio de las organizaciones, especialmente la relación con el cliente, que es más digital. Un producto de éxito puede dejar de serlo mañana, porque un competidor sacó un producto mejor. Eso obliga a estar siempre reinventando y desarrollando emprendedores en las empresas. Un emprendedor es una persona que se apasiona por su trabajo y eso es lo que se necesita para una mejora continua.
¿Cómo entra el Gobierno en esa lógica?
Es un buen esfuerzo desarrollar una agenda basada en los objetivos de desarrollo sostenible, pero si no hay sinergias con otros actores, como el Gobierno, es difícil conseguir esos objetivos.
¿Cómo debe perfilarse el Gobierno en esta cuarta revolución industrial?
Al igual que hacen las empresas, los gobiernos deben ver qué hacen otros países para impulsar a las empresas y que generen más empleo. Incorporar ventanillas únicas, simplificar trámites, digitalizar procesos con sus clientes (empresas y ciudadanos). Eso implica incorporación de tecnología en el Gobierno.
¿Cómo debe participar?
Se necesitan alianzas entre Gobierno y empresarios para reducir los riesgos que suponen los cambios de esta “economía tecnológica”.
Las transformaciones tecnológicas van más rápido que los cambios económicos y aún más rápido que los cambios políticos. ¿Cómo conseguir que esta sinergia vaya al mismo ritmo conociendo cómo es el aparato público?
Como decía, el Gobierno debe estar abierto y participar en alianzas público privadas para el desarrollo. Un ejemplo es el proyecto público privado “la industria conectada”, donde el modelo de desarrollo fue definido por los empresarios, pero con el apoyo del Gobierno.
¿Cuándo empezó?
Hace dos años. Se trata de un plan de acción al 2030, en España. Entre los objetivos está subir el peso de la industria en el PIB del 13% al 20%.
¿Cómo ejecutan el plan?
Industria y Estado se pusieron de acuerdo en objetivos y acciones conjuntas. Las empresas participan en el diseño de las medidas y el Estado las apoya. Y, juntos, financian esos proyectos: Estado, un tercio; gobiernos locales, otro tercio; y empresas, el resto.
¿Qué tipo de proyectos?
Compra de tecnología.
¿Con cuántas empresas están trabajando?
Se está evaluando con esta herramienta a más de 2 000. Empezamos con un proyecto piloto con 26 compañías y este año esperamos llegar a 500 más. Y duplicar ese número en el 2018. El Gobierno presta una ayuda de 100 millones de euros para la incorporación de tecnología como préstamos con interés cero y a 10 años.
¿Cómo empata todo esto con el tema del empleo? A medida que se incorpora tecnología se sacrifican puestos de trabajo.
Más bien es un cambio en el perfil de los empleados. Están desapareciendo trabajos menos cualificados; por ejemplo, transporte de mercancía en almacenes, que ahora puede hacerlo un robot. Eso obliga a la recualificación del personal.
¿Cómo un país como Ecuador, con gran población joven y en desempleo, puede insertarse en la cuarta revolución y planificar a largo plazo?
Ecuador necesita analizar cuáles son las cualificaciones y competencias de las industrias que hay en el país. Todo esto para que los modelos universitarios no sean una réplica de otros países, sino que se adapte a las necesidades del sector productivo. España es un ejemplo negativo porque ha generado universidades y programas de jóvenes sobrecalificados en profesiones donde no hallan trabajo.
¿Cómo lo afrontan?
Estamos viendo en cada localidad la capacidad de absorción de empleo de estas empresas y estamos cazando esas necesidades con la cualificación previa de los desempleados. Los formamos en marketing digital, programación web, administración de redes sociales, entre otros.