Seis personas se encargan del monitoreo del volcán Tungurahua durante las 24 horas desde el Observatorio de Guadalupe, a 20 minutos de Baños, y en el Instituto Geofísico en Quito. Para ellos no hay feriados, ni días festivos. Constantemente chequean los equipos para observar el comportamiento del coloso, que entró en proceso eruptivo en octubre de 1999.
Los técnicos ocupan estas instalaciones desde el 2001. La familia Chávez prestó la propiedad para que desde allí vigilaran al volcán. Patricia Mothes, vulcanóloga, explica que habitualmente, cuando la intensidad del volcán es baja, laboran un responsable y un ayudante. En esta ocasión se encuentran Mercedes Taipe, jefa de turno y Javier Santos, ayudante. Ellos cumplen con los turnos de ocho días en este centro de monitoreo. Desde este sitio hasta el coloso hay 14 kilómetros en línea recta.
Mothes y su esposo Minard Hall son los voluntarios hasta el martes. Ayer efectuaron la limpieza de los paneles solares de las estaciones de Anabá, Manzano y Bayusig. Salieron a las 09:30 y retornaron a las 17:00. “Los equipos están en buenas condiciones”.
En el último informe emitido, ayer en la mañana, el Instituto Geofísico informó que la mayor parte de tiempo la zona del volcán ha permanecido nublada. Se han registrado varias explosiones de variable tamaño. La más grande ocurrió la tarde del lunes (16:16), que generó un fuerte cañonazo que hizo vibrar por varios segundos las ventanas y el suelo en el Observatorio del Volcán Tungurahua.
Por las noches sigue la expulsión de bloques incandescentes que ascienden más de 500 metros sobre el cráter y caen por los flancos occidental y noroccidendental.