Aunque la lluvia no ha caído durante los dos últimos días, varias jurisdicciones de la provincia de Esmeraldas continuaban ayer inundadas. Este fue el caso de la parroquia Súa, perteneciente al cantón Atacames. Ahí se estima que hay 200 personas afectadas.
La mañana de ayer, un equipo de bomberos trataba de evacuar las aguas que cubrían prácticamente todo el barrio Nuevo Porvenir. Equipados con palas y una bomba de succión, los socorristas drenaban el líquido lodoso.
El rugir del motor de la bomba se mezclaba con los lamentos de los afectados. “Yo fui el más perjudicado”, aseguraba Santos Cherre, mientras recogía algunos clavos, palos y restos de cañas guadúas de la que fue su casa.
El jornalero recuerda que la tarde del miércoles regresó de su trabajo y se encontró con un panorama desolador. Su vivienda había desaparecido. Solamente algunas ropas cubiertas de lodo, enredadas con los restos de la estructura de madera, no fueron llevadas por la corriente del río.
Sus vecinos le contaron que, de manera inusual, el río Súa subió 10 metros, tras una intensa lluvia. Eso causó que su frágil casa sea arrastrada por el caudal. Lo único que le alegra a Cherre es que sus cinco pequeños jugaban donde una vecina en el momento en el cual sucedió la desgracia.
“Perdimos hasta la cocineta”, se lamentaba Lilian Valencia, esposa de Cherre, con un embarazo de ocho meses. Ahora, la pareja y sus hijos están asilados en la casa de un amigo.
Según el bombero Ray Olarte, los barrios Nuevo Provenir, El Manglar y El Mangar, que se encuentran en las zonas más bajas de Súa, fueron los más afectados.
“Se sugirió a los vecinos que se refugien en el Colegio Carlos Saud”. Así lo hicieron 20 familias.
Sin embargo, ayer abandonaron el albergue provisional, denunciando que no les entregaron colchones, toldos ni alimentos.
La mayoría de vecinos, como Carlos Silva, prefiere permanecer en sus casas, para cuidar sus pertenencias. Él y su esposa, María Molina, intentaban sacar el agua de su vivienda.
“Lo peor de todo es que hasta aquí no llega nadie”, gritaba Patricia Cagua. Ella está preocupada porque el río carcomió 20 m desde la orilla hasta, prácticamente, meterse debajo de su casa.
Angustiada, decía que con la última crecida del caudal se le mojó hasta el colchón. Hoy está refugiada en la vivienda de sus padres. Sin embargo, no representa mucha garantía, pues la casa de madera también está en la orilla.
Silva perdió USD 600 por la destrucción de sus muebles, USD 100 por el daño de la refrigeradora y USD 130 por un quintal de harina que se le mojó.
Lo peor, asegura, es que no puede trabajar. Silva es panadero, pero desde el martes no ejerce su oficio. “La razón es que mi casa está inundada”, se lamenta.
La parroquia Súa, cantón Atacames, es apenas una de las localidades afectadas. Según David Granados, coordinador de la Secretaria de Gestión de Riesgos, también hay problemas en los cantones Eloy Alfaro, San Lorenzo, Muisne y Quinindé.
Comenta que hay 753 familias afectadas, cinco casas destruidas, 10 más afectadas parcialmente y dos puentes caídos.
Ayer, el Comité de Operaciones de Emergencia continuaba su reunión. Hasta el cierre de esta edición, los representantes de los ocho cantones exponían los problemas y solicitaban recursos para nuevas obras urgentes.