El Sangay asoma a 500 metros de distancia. Al vaivén del oleaje, la embarcación se aproxima al muelle los ‘Vaidales’, en Posorja (Guayas). Son pasadas las 13:00 y una veintena de niños, hombres adultos y dos mujeres esperan su llegada.El Sangay desembarcará un producto, que desde mediados de abril inyecta dinero y esperanza a la población de Posorja: el camarón pomada. Es una especie de 7 centímetros de tamaño que se captura en las costas.
La hora del arribo resulta algo inédito. Julio Bohórquez, a quien lo conocen como el Tío, no recuerda que en los últimos siete años los barcos pomaderos hubieran regresado tan rápido. “Si un barco salía a las 04:00 llegaba en la noche o la madrugada del día siguiente”.
Sucedía así porque por la escasez de este recurso marino, la tripulación debía navegar más tiempo en su búsqueda.
La explicación del Tío, quien tras 25 años de trabajar en Guayaquil retornó a su tierra para vivir del mar, tiene sustento.
El más reciente estudio del Instituto Nacional de Pesca determinó que en el 2008 el desembarque total estimado de pomada en Posorja fue de 5 704 toneladas, 3,3% menos que un año atrás. El 2006 fue el más crítico: las capturas cayeron un 38%.
De pronto, durante su explicación, el Voluntad de Dios y el Cotopaxi se aproximan al puerto.
Luego de tres meses de veda, la flota vive una especie de bonanza. La restricción duró entre el 1 de enero y 31 de marzo pasado y generó molestia entre los pescadores en Posorja. Adicionalmente, debieron esperar diez días más para terminar de reparar los barcos y que pasara la época de Semana Santa. Por tradición, esos días los pescadores no operan.
“Ahora hay una alfombra de camarones allá afuera”, dice Fernando Núñez, presidente de la Asociación de Armadores Pomaderos 1 de Mayo. Los barcos hacen en menos tiempo sus faenas y el combustible del barco les dura más tiempo, argumenta.
Núñez se abastece de 1 000 galones de combustible que le duran 14 días de pesca, antes de la veda el diésel duraba solo 9 días.
El Sangay, por ejemplo, partió a las 04:00 del miércoles de inicios de junio y 9 horas después llegaron las capturas al límite de su cupo.
Son 5 000 libras del camarón pomada que cada barco, que conforma esta flota, debe pescar. Esto, a pesar de que otras embarcaciones duplican su capacidad de almacenamiento. Pero ese fue el límite que se auto impuso el sector.
“Si traemos demasiado camarón, que sí hay, estaríamos practicando un salvajismo pesquero. Los cupos son un aporte, además ya no salimos a pescar los sábados. Eso evita que el precio caiga, con tanta oferta”, dice Núñez.
Antes de la veda recibían 45 centavos por libra de camarón; cuando se reinició la actividad, en abril, el costo cayó a 17 centavos la libra en el muelle. Pero lograron recuperar el precio hasta los 25 centavos y quieren subirlo hasta los 35. Los pescadores creen que esto ocurrió por las regulaciones para conservar el producto.
La flota camaronera pomadera de arrastre está compuesta por 37 embarcaciones de madera que miden entre 50 y 60 pies. Para todos, el puerto base es Posorja.
Son barcos construidos hace más de tres décadas, pero que han atravesado por continuos mejoramientos . Utilizan redes de hasta 20 metros de longitud.
Gladys Vaidal, administradora de El Sangay y quien lleva el apellido por el que se conoce aquel muelle, recibió el reporte de que la pesca no se extendió más allá de dos horas. Otras siete horas incluyeron el viaje de ida, retorno y espera de marea alta.
“Pero cuando se retornó a la pesca, luego de la veda, hubo barcos que en 45 minutos ya estaban copados”, recuerda la mujer.
Un negocio que llega a 440 km
Luis Aguirre llega una hora antes del arribo de los barcos. A un costado del muelle, acompañado de un amigo, deja los seis tachos que trajo desde Latacunga (Cotopaxi). Está a la espera de que algún armador le venda camarón pomada, para comercializarlo en esa ciudad de la Sierra, a unos 400 kilómetros de Posorja.
Su meta diaria es llevarse 540 libras del marisco (90 libras por cada tacho). Logra pactar la compra en USD 10 por cada tacho, mientras él venderá en USD 1 cada libra. “No se gana mucho, pero alcanza para cualquier cosa”, expresa Aguirre, a quien le esperan ocho horas de viaje en transporte público para llegar a Latacunga.
En Posorja contrata a mujeres, quienes ofrecen el servicio de descabezar el camarón. La tarifa es de 7 centavos por libra. Aunque quienes desean el camarón totalmente sin cáscara, la tarifa sube a 25 centavos.
También ganan quienes trabajan en Guayaquil. Por cada 10 000 libras de pomada, 300 mujeres trabajan en las empacadoras. Decir que el sector vive un ‘boom’ productivo y económico resulta difícil para la armadora Francisca Martínez. La veda, que no se realizaba desde hace siete años, la dejó endeudada.
Uno de sus dos barcos, que compró con los USD 250 000 que ganó en el Pozo Millonario, se averió. Por la falta de actividad para generar ingresos pidió créditos para su reparación, pero no pudo afrontar la deuda y lo vendió para saldar sus deudas. “Pero ahora hay trabajo y es lo que importa”.