La necesidad les obliga a perder el miedo e ingresar en estructuras frágiles

Los dueños del edificio Bahía Blanca autorizaron a las personas del lugar llevarse lo que les pudieran servir. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Espejos, marcos de ventanas, veladores, focos, lavamanos... son algunos de los objetos que Francisco Antonio sacó hoy, 6 de mayo del 2016, del edificio Bahía Blanca, ubicado en la calle Octavio Viteri, en Bahía de Caráquez. A ese lugar llegó esta mañana, por casualidad, después de minar entre los escombros en busca de ropa y juguetes para su hija de cuatro años.
Mientras caminaba por esa calle luciendo una camiseta negra sin mangas, una pantaloneta beige y unas sandalias se encontró con Yolanda Franco de 51 años. Ella era la conserje de ese edificio y la encargada de limpiar un par de departamentos.
"Con eso ya redondeaba el sueldo", contó abatida la madre de tres hijos y esposa de un hombre que se quedó sin trabajo hace dos meses. "Trabajaba en el Banco de Guayaquil pero ahí recortaron personal y le tocó salir".
Sus hijos y esposo vivían prácticamente con el sueldo de Franco, quien ahora también se quedó sin trabajo, pues asegura que los dueños del edificio dijeron que no volverían a construir en Bahía por temor a perder nuevamente la inversión económica.
Contó también que le aseguraron pagar su sueldo por un par de meses más y también su liquidación correspondiente a nueve años de trabajo. Con ese dinero espera sobrevivir hasta encontrar un nuevo empleo.
Tras perder su vivienda dentro de Bahía Blanca, donde fue sorprendida por el terremoto del pasado 16 de abril junto a su hija de 23 años, Franco llevó los pocos objetos que rescató a una pequeña villa ubicada en Leonidas Plaza.
"Dando gracias a Dios a nuestra casita no le pasó nada". Lo contrario sucedió con el edificio que cuidaba. Las columnas dobladas, están a la vista y las paredes totalmente cuarteadas. Los vidrios explotaron, mientras que algunos de los marcos de las ventanas se doblaron.
Es por esa razón que los dueños de los departamentos llegaron desde Quito para rescatar camas, refrigeradoras y otros objetos de valor. El resto, como los muebles que están empotrados en las paredes, se los llevaron algunos de los damnificados del sector. Franco los invitó a llevárselos tras la autorización de los dueños. "A ellos les sirve porque lo perdieron todo con el terremoto".
Antes de recibir la autorización, Franco y su esposo custodiaban el edificio que será demolido el próximo martes por las autoridades pertinentes.
Francisco Antonio agradeció el gesto de Franco pero reconoció que antes de ingresar al edificio se arma de valor, pues tiene miedo de que la infraestructura colapse. "Pero la necesidad nos obliga a subir una y otra vez. En esos muebles podemos colocar la ropa. Los platitos y los vasos también nos son útiles".
Francisco Antonio vive en Puerto Alcívar, a una hora de Bahía de Caráquez. A ese sector, dice, la ayuda tarde en llegar y los víveres escasean. "Por eso aunque tenga vergüenza busco entre los escombros. Tengo una esposa y una hija a las que debo alimentar". Aseguró también que la casa de su padre se cayó y para su progenitor, precisamente, pide la ayuda de voluntarios y autoridades.