Mónica M. es una madre de familia de 24 años, delgada y trigueña. Tiene dos hijos; Alexander de 7 años y Justin de 5. El segundo niño sufre de paraplejia. Por ese motivo debe cargarlo hasta la Escuela de Educación Especial. El infante pesa 20 kilogramos y mide menos de un metro. “No me molesta caminar con mi hijo en brazos, pero me disgusta la inhumanidad de algunos conductores”.
En los días laborables, viaja en bus desde la parroquia Pinllo, ubicada a 15 minutos del centro de Ambato. “En una ocasión un conductor frenó de golpe. Me caí de rodillas en el pasillo y mi hijo fue a parar a los brazos de una señora”. Otro día -sigue- pagué con un billete de USD 5. El conductor me dijo con groserías que no tenía vuelto y me pidió que me bajara”.
Ella cree que los choferes deberían capacitarse en relaciones humanas y atención al público.
Luis Montero, gerente de la Cooperativa Tungurahua, afirma que los 153 propietarios y 90 conductores de su empresa sí se formaron en temas relacionados. “Todo el personal recibió dos seminarios con profesionales. En Ambato hay otras cuatro cooperativas con 438 buses”.
Los adultos mayores también enfrentan inconvenientes, especialmente en las paradas del parque 12 de Noviembre, que lo frecuentan a diario.
Allí, María Rosa Viera, de 64 años, sube en un bus que la lleva a Huachi. “No me gusta ese lugar porque es muy peligroso. La parada no cuenta con infraestructura y hay muchos riesgos”.
Según ella, los conductores se incomodan cuando paga la mitad del pasaje. “Algunos no respetan la tarifa especial del 50%. Cuando les doy una moneda de un dólar me devuelven USD 0, 75. Reclamo y me responden groserías”.
En promedio, cada conductor en Ambato se interrelaciona con 600 personas durante las 12 y hasta 14 horas diarias que permanece tras el volante.
“Es difícil mantener la compostura cuando se tiene que lidiar con el tráfico, la Policía, los vendedores, los sospechosos y las quejas”, dice Montero.
Los reclamos de Mónica M. y Viera han sido expuestos en diversos escenarios. Pero nadie ha formalizado su denuncia por escrito en la Defensoría de Pueblo.
Según los funcionarios de esa dependencia, el trámite es gratuito y no se requiere abogado. A pesar de esto, el denunciante solo conseguirá que el conductor sea citado para que, si se comprueba su culpabilidad, se disculpe.
Para César Aguilar, técnico del Servicio de Investigación de Accidentes de Tránsito (SIAT) de Tungurahua, los conductores necesitan charlas de concienciación. “Deben observar videos y renovar sus conocimientos sobre la conducción y el trato al usuario”.
A diario, 260 000 personas de los 329 856 habitantes del cantón Ambato se movilizan en buses de transporte urbano e interparroquial, según el Municipio.
Puntos de vista
Marcelo Cahu Asesor
‘Los conductores deben capacitarse siempre’
Dos seminarios en seis meses es muy poco para que los choferes sepan cómo tratar al usuario. La capacitación debe ser permanente. Hoy, para obtener la licencia, las personas reciben charlas sobre relaciones humanas. Eso es un avance. Ahí reflexionan sobre el trato que deben dar a las personas a las que sirven y también cómo evitar conflictos en situaciones adversas en el trabajo cotidiano.
Diego Villacrés Coordinador de Conadis Tungurahua
‘Choferes de todo tipo’
En Tungurahua, 9 500 personas cuentan con el carné de discapacidades. Más del 70% requiere movilizarse para asistir a algún tipo de tratamiento de salud o por su trabajo. Hay conductores de todo tipo. Algunos ayudan a los no videntes, incluso no les cobran el pasaje y les facilitan el acceso. Pero también hay aquellos que esquivan a las personas con discapacidad. Las miran en las paradas y no se detienen; aceleran y les cierran la puerta.