Las leyendas, los paisajes naturales e incluso las prácticas cotidianas de los agricultores de Pistishí, una parroquia ubicada a 20 minutos de Alausí, en Chimborazo, son el gancho para atraer el turismo.
En este lugar andino, 90 familias se asociaron para fundar un emprendimiento comunitario. Se trata de un restaurante, un mirador y un sendero. Además, se ofertan caminatas guiadas hasta las granjas y cultivos frutales.
Asimismo, recorridos en bicicleta y cabalgatas por la comunidad. El salón funciona también como la base de operaciones de esta agrupación.
Ocupa un espacio de 50 metros cuadrados y está ambientado con decoraciones andinas. Allí, Mario Moina, de 23 años y
Elisa Paguay, de 19, reciben a los turistas. “Nuestra comunidad tiene mucho que ofrecer. Estamos ubicados en forma estratégica y eso nos permite disfrutar de dos climas. En la parte alta se siente el frío de la Sierra, mientras que en la parte baja, se puede sembrar caña. El clima es templado por la cercanía a la Costa”, manifiesta Moina.
Viste una camiseta roja con el logo bordado en el extremo derecho y representa a su parroquia. Es el uniforme que utilizan él y los otros 16 guías nativos que se graduaron el mes pasado. Ellos participaron en el curso que ofertó el Ministerio del ramo para impulsar el turismo comunitario.
Esta capacitación duró cuatro meses. Los chicos se dedicaron a investigar la historia de su comunidad, conversaron con los más ancianos, estudiaron administración de micro empresas, el entorno natural de Pistishí. Además de otras temáticas como atención al cliente… Así obtuvieron su credencial de guías nativos.
Moina siempre está sonriente y dispuesto a contar las historias de su tierra. Mientras desciende junto a los visitantes por las 200 escalinatas, desde el restaurante hasta el mirador, les cuenta la leyenda de la Nariz del Diablo.
“Cuando los constructores de la línea férrea trabajaban en la loma de Pistishí, un hombre alto con una nariz pronunciada salió de entre los arbustos y les pidió sacrificios humanos para continuar con los trabajos. Por eso, este sector se bautizó con este nombre”, explica el joven.
Desde el mirador, la Nariz del Diablo se aprecia desde otro ángulo. En la parte baja se ve el tren cruzando por la ruta considerada más difícil del mundo. También se puede disfrutar del paisaje en el que se unen los ríos Chanchán y Guasuntos.
Esta infraestructura se inauguró en febrero. En la construcción de la obra se invirtieron USD 200 000. Los recursos llegaron de la Junta Parroquial.
La vista panorámica del mirador parece una fotografía artística tridimensional.Sin embargo, esta es solo una de las actividades que el visitante puede hacer en Pistishí. Para quienes gustan del turismo agroecológico están disponibles rutas para visitar a los comuneros para compartir del trabajo.
En la casa de Segundo Quiga, de 71 años, se puede observar cómo funciona un trapiche alado por dos yuntas con el que se obtiene el jugo de caña. El litro cuesta 75 centavos y si el turista desea, él mismo puede guiar a los animales para exprimir el jugo. “El turismo es una nueva opción de negocios para nuestra familia. Antes vivíamos de la agricultura y de la venta del jugo de caña en Alausí. Esta idea es una nueva opción”, cuenta Segundo.
Entre tanto, al mediodía, en el restaurante se sirven platillos que combinan los alimentos típicos como la gallina de campo, el conejo, el cuy, entre otros, con la gastronomía gourmet. Los platos cuestan entre USD 3 y 7.
Para los turistas se ofertan cuatro paquetes turísticos. El más económico cuesta USD 12 e incluye el almuerzo, el paseo por el mirador y la guianza de los jóvenes nativos.