En la chacra de María Rosa Toaza nunca faltan los cultivos de melloco rojo y blanco, ocas, papas y habas. La mujer ha dedicado 60 de sus 75 años a la siembra y cosecha de estos alimentos ancestrales andinos que también cultivaron sus padres y abuelos.
Ataviada con botas de caucho, anaco negro, suéter de lana para el frío del páramo y un sombrero de paño negro camina todos los días, desde las 05:30 . Va rumbo a la chacra, ubicada en la parroquia Ambatillo Alto, al sur de Ambato. Azadón en mano deshierba la chacra de melloco y habas. Ahí también tiene 150 plantas de mora.
La agricultora dividió el terreno de 2 000 m2 en cinco partes iguales. En cada rectángulo tiene un producto diferente. “No tengo mucho terreno, pero con la construcción de los canteros (divisiones) puedo producir varios alimentos y en especial melloco que luego de la papa es importante para la gente de las comunidades”.
En sus cultivos aplica las técnicas agrícolas ancestrales que su padre Pedro le enseñó a los 15 años, como el uso del abono orgánico de los cuyes y del ganado. Asimismo es una experta en la elaboración de bioles para combatir las plagas. Aún utiliza la yunta para el arado.
Cuenta que los excedentes del melloco, habas y papas los comercializa en un puesto arrendado en la Plaza Primero de Mayo, en Ambato. “Los producimos con abonos orgánicos. La gente de la ciudad come poco el melloco y por eso es que la producción está bajando. Los agricultores siembran más para el consumo interno. En cada comunidad somos guardianes de las semillas, las cuidamos para que no se pierdan”, explica Toaza.
Sembríos concentrados
Las zonas de producción del melloco en la Sierra centro están en Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo con al menos 220 hectáreas de cultivo, según el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
De esta cantidad, Tungurahua concentra 122 hectáreas de las variedades roja, blanca y caramelo. Los sectores de Pilahuín, San Fernando, Pasa, Quisapincha, Ambatillo, Chibuleo, Mocha y Píllaro son el reducto de este alimento.
Santiago Pinos, técnico del MAG en esta provincia, explica que el cultivo ha decaído, pero no las variedades de semilla que los comuneros siembran en parcelas pequeñas para autoconsumo. Es rico en proteínas, carbohidratos, vitaminas y es beneficioso para la salud, especialmente para el estómago, añade Pinos.
Pero se trata de una producción, que tarda de ocho a diez meses, desde la siembra hasta la cosecha y tiene bajos precios en el mercado.
Un quintal de 100 libras de melloco blanco se vende en USD 15 y el rojo en USD 12. En Ambatillo Alto, 200 familias producen este alimento andino. Rosa Mazabalín, presidenta del Cabildo, recalca que el 70% de la producción se consume internamente, mientras que el 30% restante es comercializado en plazas y mercados.
A 15 kilómetros de Ambatillo siguiendo por la vía Ambato-Guaranda está la comunidad San Francisco de Chibuleo. En la zona la cosecha del melloco es netamente familiar. Juan Ainaguano, vecino del sector, siembra cada año una cantera. Cuenta que la gente de la ciudad se alimentaba con mellocos, pero los niños y jóvenes dejaron de comerlos. “Es una lástima porque es alimento que nos da fuerza para trabajar”.
Con su hijo Manuel trabajan en un cronograma de siembras. Utilizan el calendario lunar para fijar una fecha exacta.
Dice que a más tardar la siembra se iniciará en agosto. La idea es que la cosecha salga en Semana Santa, “donde la gente consume melloco en la fanesca, pero luego pasará esa fecha y ya no volverán a consumirlo”.
El dirigente de Fortalecimiento Organizativo y Político de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), Alberto Ainaguano, está convencido de que el melloco, las papas, el maíz, las habas y otros productos andinos se convirtieron en el principal alimento de la gente que participó del paro nacional. “La gente que estaba en las vías llevaban estos alimentos preparados y los compartía con todos en la pambamesa”.
También en las fiestas, como las bodas, los eventos culturales y en las mingas se consumen los tubérculos andinos. Ainaguano cuenta que sus padres, desde pequeños, les enseñaron a sembrar y cosechar estos productos que tienen protagonismo en los levantamientos. Desde las comunidades indígenas y campesinas enviaron quintales de mellocos, habas, choclo y otros productos para abastecer a los movilizados.