Las fritadas de cajón ahora se venden por Internet

Nancy Cotacachi es la propietaria de Fritadas Eloy Alfaro N° 2, de Ibarra. Su negocio resultó afectado por el cierre obligado por la pandemia. Hoy ofrece el platillo tradicional ibarreño a domicilio. Foto: Washington Benalcázar/ EL COMERCIO.

Nancy Cotacachi es la propietaria de Fritadas Eloy Alfaro N° 2, de Ibarra. Su negocio resultó afectado por el cierre obligado por la pandemia. Hoy ofrece el platillo tradicional ibarreño a domicilio. Foto: Washington Benalcázar/ EL COMERCIO.

Nancy Cotacachi es la propietaria de Fritadas Eloy Alfaro N° 2, de Ibarra. Su negocio resultó afectado por el cierre obligado por la pandemia. Hoy ofrece el platillo tradicional ibarreño a domicilio. Foto: Washington Benalcázar/ EL COMERCIO.

Mientras Nancy Cotacachi mece la carne de cerdo con una cuchara de palo en una paila gigante de metal, lamenta el sacudón que ha provocado el covid-19 en su negocio. El olor de la fritura, que se cuece lentamente, se esparce en la cocina de su casa. Aún no retorna a su local porque no ha podido pagar dos meses de arriendo.

Al igual que lo hacían su abuela y su madre, la emprendedora, de 43 años, elabora fritadas de cajón. Esa es una de las delicias de Ibarra. A pesar de la fama de este manjar tradicional, que se exhibe en una urna de cristal, las ventas han caído inevitablemente.

El plato de carne de cerdo, acompañado de papas cocinadas con cáscara y maíz tostado, convocaba en el mejor de los días hasta 80 comensales. Así rememora los buenos tiempos. Estos se vivieron desde mediados del 2015, cuando abrió la picantería Fritadas Eloy Alfaro N° 2, hasta el 16 de marzo del 2020, cuando Ecuador declaró el estado de excepción ante la amenazante pandemia.

Actualmente comercializa entre 15 y 20 porciones diarias. El platillo, que se ofrece junto al ají molido en piedra con curtido de cebolla y tomate, ahora se entrega únicamente a domicilio. Los precios no han variado. Los platos cuestan USD 2,50 y 3.

Ante la crisis, Nancy Cotacachi incluso tuvo que suspender las actividades de dos empelados que la ayudaban. Les ofreció llamarlos cuando las cosas mejoraran.

Con la necesidad de alimentar a sus hijos y las deudas acumulándose, la ibarreña reinició las labores la última semana de abril. Lo hizo tras 40 días de cierre obligatorio del local. No podía esperar más. Las cuotas de USD 1 000 que tiene que cancelar cada mes, por un crédito que le sirvió para adquirir la casa y un vehículo y los USD 230 de arriendo, le estaban quitando el sueño.

Acogiendo las medidas de bioseguridad recomendadas por las autoridades, la mujer se encarga únicamente de la preparación de la fritada, protegida con una mascarilla, una gorra y un delantal. Se lava constantemente las manos con agua y jabón. También utiliza guantes de látex a la hora de enfundar los alimentos. Además decidió no salir de la casa, para no tener contacto con otras personas.

Mientras que sus hijos Dilan, de 19 años, y Samay, 21, realizan las entregas directamente en las casas de los clientes. Se movilizan en el auto de la familia.

Ellos se protegen con mascarillas y guantes. La chica realiza la entrega de los paquetes, mientras que el muchacho toma el dinero en un charol. Luego desinfecta los billetes y monedas con alcohol, antes de colocarlos en un recipiente.

La colaboración de los chicos ha sido clave en este esfuerzo por la reactivación. Ellos realizaron una verdadera campaña promocional a través de las redes sociales. Anunciaron el retorno de las fritadas de cajón, con coloridas fotografías y teléfonos de contacto.

Sin embargo, no han tenido la misma suerte tres locales más que ofrecen esta misma comida tradicional en Ibarra y que continúan con las puertas cerradas.

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