Siegfried, de seis años, soñaba con recorrer el Ecuador en tren. Las historias que le contó su padre sobre su infancia le hicieron tomar la decisión de ahorrar cada centavo para adquirir uno de los costosos boletos del Tren Crucero, un producto que promocionaba la liquidada empresa Ferrocarriles del Ecuador.
Sin embargo, cuando estaba cerca de cumplir su meta se anunció que el virus del covid-19 llegó al Ecuador y poco después se decretó la emergencia sanitaria. La empresa pública cerró definitivamente y el niño sintió su sueño truncado.
Sus padres, Javier Armas y Anabel Naranjo, decidieron emprender una aventura para cumplir la ilusión de su hijo. Ahora toda la familia, incluyendo a su perro Titán, recorre la vía férrea a pie.
El viaje se inició en la estación de Chimbacalle y hasta este martes 10 de agosto del 2021 ya han recorrido unos 90 kilómetros y han pasado por más de una decena de poblados y comunidades. En cada estación los viajeros ubican a familias que conocen la historia del tren y escuchan cuentos y leyendas.
“Pasamos por algunos sitios donde el acceso más rápido era el tren, por eso tienen andenes que, según nos cuentan, se usaban para transportar madera y combustibles. Cuando se eliminó el tren de carga para estos pueblos se volvió más costoso tener estos implementos”, cuenta Javier Armas.
Su paso por la vía férrea también les permitió ubicar infraestructuras abandonadas. “Vimos paredes grafiteadas y la gente nos contó que se han convertido en guaridas de delincuentes que ingresan ahí para consumir licor y otras substancias”, dice Armas.
La familia camina con alimentos, refrescos, ropa ligera y equipo para campamento. Su viaje empezó el 4 de agosto del 2021 y esperan terminar en tres semanas en la estación de Bucay, en Guayas. Decidieron concluir ahí su viaje debido a alertas de inseguridad en el trayecto Bucay – Durán.
La meta de cada día es avanzar 15 kilómetros. Sus caminatas duran entre cinco y seis y lo hacen al ritmo del pequeño Siegfried.
“Al principio era muy cansado, pero ahora cada vez lo hacemos en menos tiempo. Me gusta la gente que conozco, los paisajes y las historias”, cuenta Siegfried.
Está feliz de cumplir su sueño en compañía de su mastín napolitano, Titán, sus padres y su primo Benjamín Vargas, de 14 años.
Uno de sus lugares que más le impactó fue Chaupi, un poblado donde la mayoría de los habitantes depende exclusivamente de la agricultura. Allí la familia conversó con ellos y Siegfried conoció más sobre su sacrificado modo de vida.
Cada noche los viajeros encienden una fogata, instalan sus carpas y comparten sus experiencias del día. Según Javier, los campamentos y las conversaciones con su hijo han sido la mejor parte del viaje.
“Mientras caminamos él nos cuenta sus historias, sus anécdotas, sus pensamientos de niño. Como familia nos comunicamos más y eso hace que esta experiencia sea invaluable”, dice Javier.
Antes de emprender el viaje, él fue despedido de una institución en la que laboró por más de seis años. Él cuenta que la travesía le ayudó a no caer en depresión y le hizo reflexionar sobre el tiempo en familia.