Han transcurrido 29 años y todavía Rocío Donoso recuerda el día que perdió todo cuando se inundó su vivienda. La pequeña casa, ubicada en el sector de Ficoa El Sueño, junto al club Tungurahua, quedó enterrada bajo un deslave de material pétreo.
“Ocurrió el 1 de mayo de 1984, cuando las lluvias causaron deslizamientos por la quebrada Quillalli. Ahora vivo en Huachi Chico, lejos de los barrancos”, dice esta comerciante informal.
La quebrada Quillalli y otras 14 son vulnerables a los deslaves en el cantón Ambato, según la Dirección de Control Urbano y Ambiental del Municipio, que fuera creada en enero pasado.
En esa categoría están sitios como El Socavón, San Luis, Illagua, Tondolique, El Arenal, Pasa, Quillán Las Vegas y Llangahua. Se suman El Progreso, San Juan, un tramo de la vía a Quisapincha, Samanga, Río Culapachán, la quebrada Pataló, entre otros.
En estos sectores viven, según el Cabildo, 950 familias que levantaron sus viviendas cerca de quebradas y laderas. Esta oficina municipal trabaja en la actualidad en impedir que se construyan más viviendas mediante la entrega de notificaciones y la aplicación de multas y derrocamientos. Esto último como una opción extrema.
No obstante, los sitios donde más se construyeron viviendas, y por consiguiente hay más peligro de deslaves, son San Luis, Santa Elena, Ficoa y Laquigo
Para Hugo Veloz, morador del barrio San Luis, en la parroquia Atahualpa, durante esta época, cuando se inicia la temporada de lluvias, el problema vuelve a preocupar a todos.
“Sabemos que estamos expuestos y que arriesgamos la vida de nuestras familias, pero en mi caso los ahorros de mi vida los invertí aquí en mi casa”, se justifica Veloz.
Desde la avenida Rodrigo Pachano y el pasaje Alcornoques y el Camino Real puede verse claramente la dimensión del problema. Las viviendas, de uno y de dos pisos, se alzan al filo de la quebrada, incluso sus propietarios adecuaron ‘patios’ junto a la tierra en erosión.
Al respecto, Mariana Ortiz, del Departamento de Planificación y Gestión de Riesgos del Municipio, comenta que solo en el barrio San Luis hay 350 casas en riesgo.
Los propietarios llegaron de diversas provincias de la Región y se dedican al comercio o son empleados públicos y privados.
“En la loma Santa Elena, en la parroquia Pinllo, y en el barrio Ficoa, no menos de 450 casas están al borde de la quebrada”, indica Andrés Aguilar, técnico de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos de Tungurahua. Añade que “en Laquigo, en el occidente de Ambato, hay 120 viviendas que están en contingencia”.
La ordenanza -explica Mauricio Vargas de Gestión Ambiental del Cabildo- que rige desde hace cinco años establece que las construcciones cercanas a las quebradas deben dejar un espacio de 15 metros, contados desde el borde de la quebrada.
Vargas reconoce que las 15 quebradas necesitan de limpieza (basura) y control (construcciones y medición de riesgos). “En el 2011 se hizo un inventario y verificamos los problemas de cada una. El trabajo se hará este año”.
Acciones de control
Las quebradas, de hasta 30 grados de pendiente, son consideradas desagües naturales y tienen que estar habilitadas y limpias, según la ordenanza.
Como parte de la intervención municipal se planea construir parques lineales en las quebradas que están rellenas.