Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que el 5% de la población adulta padece depresión. En los adultos mayores de más de 60, la afectación alcanza el 7% y representa un 5,7% de los años vividos con una discapacidad.
De acuerdo con el organismo, los adultos mayores con depresión tienen un desempeño más deficiente en comparación con los que padecen enfermedades crónicas como las pulmonares, hipertensión arterial o la diabetes sacarina.
Susana Tito, presidenta de la Sociedad Ecuatoriana de Geriatría y Gerontología, explica que la depresión es un trastorno mental, una enfermedad que tiene manifestaciones en las facultades mentales superiores, en el estado de ánimo y que afecta a todo el organismo.
La especialista recalca que no se trata de una tristeza normal, sino cuando este sentimiento es persistente y afecta las actividades y el desempeño de la persona.
Ese sentimiento de tristeza y vacío, por ejemplo, ya no le permite trabajar, estudiar o tener buenas relaciones con el entorno. Además, hay pérdida de la memoria y del sueño.
La prevalencia de la enfermedad, agrega, depende del medio que se desenvuelve. Afecta alrededor del 10% cuando el adulto mayor vive en casa, con la familia, y hasta el 30% en los que están en centros de cuidados prolongados o asilos.
Los adultos mayores que viven en esos centros, generalmente tienen más enfermedades que están asociadas a la depresión, como la demencia u otros trastornos de conducta. Ello, sumado en ciertos casos al abandono o al poco contacto con la familia, incrementa la frecuencia de la patología.
¿Cómo se manifiesta la depresión?
Tito menciona que la depresión tiene distintas manifestaciones entre las que están la tristeza, un sentimiento de vacío, minusvalía, desesperanza. También está la apatía, el desgano, la culpabilidad, intranquilidad, irritabilidad, trastorno del sueño y olvido de las cosas.
“La depresión tiene varias caras, incluso la ira. Si no buscamos, si no vemos, no la vamos a encontrar”, dice Tito.
¿Qué hacer?
La especialista menciona tres formas en las que se pueden trabajar. La primera, que tiene un fuerte impacto, es la modificación del estilo de vida. En este punto está la práctica de ejercicio, que activa ciertas hormonas como la serotonina y endorfina, que tranquilizan al cerebro.
Una alimentación balanceada también ayuda por lo que se recomienda aumentar el consumo de frutas y verduras, junto con una porción equilibrada de proteína. En lo posible se debe bajar el consumo de harinas, grasas, alimentos ultra procesados.
Modificar estilos de vida incluye construir relaciones saludables con la familia, con amigos. Que el adulto mayor disfrute de reuniones, de actividades.
Otro elemento son los medicamentos, previo a un diagnóstico del especialista. Tito señala que existe la idea errada de que la depresión es ‘falta de carácter’, sin embargo, recuerda que es una enfermedad bioquímica.
Cuando ya es diagnosticada, el médico iniciará el tratamiento de acuerdo a las necesidades del paciente y si tiene alguna enfermedad base.
El riesgo de no tratar la depresión a tiempo, es llegar a la demencia y que el paciente pierda completamente la memoria, que generalmente es irreversible.
En casos más graves se puede llegar al suicidio. Tito explica que muchas veces en los adultos mayores el suicidio es pasivo y dejan de comer, de tomar medicamentos, “se dejan morir”.
De ahí que resalta la importancia de que la familia debe sospechar y estar alerta a conductas de alarma y, además, entender que no cuestión de voluntad, sino que hay que saber manejarla y brindar acompañamiento.
Depresión endógena
La depresión puede presentarse de dos formas: la exógena y la endógena. La primera es la que comúnmente conocemos y es provocada por factores externos como la muerte de un familiar, una separación, problemas en el trabajo, entre otras causas. Así lo explica la psicóloga clínica del Hospital de los Valles, María Victoria Félix.
La depresión endógena, en cambio, es producida por alteraciones químicas del cerebro que afectan directamente a ciertos neurotransmisores que son los encargados de la regulación de las emociones. Este tipo de depresión se atribuye a un tema genético- hereditario.
Félix menciona que los síntomas son muy parecidos a la depresión exógena, sin embargo, lo que llama la atención de este trastorno es que no existe una causa aparente.
“Es posible que estemos en la mejor etapa de nuestra vida, pero tenemos una tristeza profunda, falta de apetito, baja de peso, anhedonia (falta de placer a las cosas que antes le gustaba hacer), lentitud física, mental, falta de energía, alteraciones emocionales, todo le da igual, no concilia bien el sueño, incapacidad de hacer las cosas que acostumbraba”, dice la especialista.
Esta depresión endógena puede presentarse de manera unipolar y bipolar. La primera se presenta mediante episodios depresivos aislados, es decir, la pérdida de interés en realizar actividades cotidianas.
La bipolar es cuando las alteraciones se presentan en un estado exagerado, eufórico o manía, constituyendo lo que se denomina trastorno psicosis maniacodepresivo.
Una vez detectada la depresión, Félix recomienda llevar el tratamiento de la mano con terapia psicológica y psiquiátrica, siempre y cuando se amerite administrar medicación.
El apoyo familiar es crucial para motivar al paciente. Llevarlo a hacer cosas que antes le resultaban placenteras, salir de la rutina ha generado buenos resultados en los pacientes que tienen este tipo de depresión, sostiene la especialista.
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