En dos años se realizaron las remodelaciones a la biblioteca de la Pontificia Universidad Católica sede Santo Domingo de los Tsáchinas. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.
El letrero con la frase haga silencio ya no está. La función de los bibliotecarios aparece en casos específicos, pues quien desee hacer consultas puede dirigirse directamente a los estantes y escoger los libros. Incluso hay señalética que guía a las personas hacia las secciones de los textos.
Esto es parte del proceso de modernización de la biblioteca de la Pontifica Universidad Católica sede Santo Domingo de los Tsáchilas (PUCE SD). Es un trabajo que lleva dos años en los que se han realizado remodelación de espacios físicos, ampliaciones y adquisiciones de nuevos ejemplares.
La idea es poner estos espacios de consulta y lectura a tono con los nuevos conceptos que aplican otras universidades a escala nacional e internacional, para el manejo de sus bibliotecas. Es decir, un área incluyente y abierta que permita atraer a más personas.
O como lo dijeron los mismos funcionarios de este recinto durante la inauguración celebrada la durante la tercera semana de marzo: es un ejercicio para ir balanceando una tradición del libro físico con las herramientas tecnológicas hoy disponibles. Ahora el silencio sepulcral intenta quedar en el pasado con el incentivo de jornadas de lecturas grupales y reuniones de trabajo o de planificación.
Para esto hay espacios exclusivos que no solo se reducen para docentes sino para estudiantes y la comunidad en general. También hay una sala de computación para hacer consultas en línea, acceder a textos digitales o a la biblioteca virtual del centro de estudios.
La estudiante de la escuela de Comunicación Social, Evelyn Celi, le tomó el pulso a esta nueva modalidad de la biblioteca y encontró grandes diferencias entre el proceso pasado y el actual. Por ejemplo, hace dos años para pedir un texto necesariamente debía solicitarlo a un auxiliar quien le presentaba un registro de títulos disponibles. Si el de su preferencia estaba en el catálogo, lo ordenaba, se registraba y dejaba su carnet en prenda hasta que se haga la devolución del libro.
Para Cely este filtro tomaba mucho tiempo y alargaba el acceso a las consultas. En cada una de las cinco visitas que ha realizado este mes, no se tarda menos de diez minutos para encontrar el área de conocimiento y el libro de su preferencia. Las secciones son diversas y van desde las artes, ciencias sociales, informática, ciencias administrativas y contables, historia…
Carmen Guagua, experta en bibliotecas, señala que las innovaciones en las bibliotecas han sido necesarias por la fuerte ventaja que tiene la era digital frente a los procesos análogos que eran característicos en estos lugares. Si hasta hace pocos años se las tenía como un lugar solemne donde se archivaba información, agrega Guagua, ahora se busca brindar un servicio a más personas volviéndolo un espacio comunitario y accesible para todos.
“Vemos que las bibliotecas se esfuerzan cada día por incorporar nuevos métodos para atraer a más personas. Es que una biblioteca que solo tiene buenos libros quizás no está dialogando con su gente”.
El sociólogo Patricio Velarde, en cambio opina que estos procesos no quieren imponer la idea de que los libros físicos no sean una parte fundamental, pero cuando se piensa en una biblioteca contemporánea, igual de importante son las computadoras, el mobiliario, un edificio adecuado y un espacio donde lo que sobresale no sean las prohibiciones de uso ni el silencio.
Así, por ejemplo, hoy es común que al entrar a la biblioteca se escuche música ambiental o se observe a los usuarios interactuar a través de videoconferencias. Todo esto en medio un espacio con muebles de buenos acabados y formas y estantes ordenados.
Marcelo Moreira, docente de la PUCE SD, señala que este modelo de diversidad de servicio en la biblioteca es un acompañamiento a la campaña de lectura que está en marcha.
Y precisamente se la desarrolla a través de las redes sociales del centro de estudios donde se motiva a los estudiantes a la lectura en la biblioteca.
Moreira sostiene que esto no fuera posible sin la obligación que tiene cada docente de incorporar en su planificación semestral una recomendación para que los estudiantes lean un texto determinado. Esto ha devenido en las mejoras de los indicadores del número de asistentes a la biblioteca. Por ejemplo, el año pasado se atendieron a 100 lectores por día y con los cambios se espera duplicar ese número.