En la comunidad La Esperanza, en Colta, está la fábrica de quesos Mi Chacra. Ahí también se ofrece comida típica. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Dos fábricas de quesos cambiaron la cotidianidad de los habitantes de la comunidad La Esperanza, en Colta, y de la parroquia Cebadas, en Guamote. En ambos sitios, los socios aprendieron a manufacturar quesos de diversas variedades y emprendieron empresas colectivas que benefician directamente a 48 socios.
Los dos emprendimientos surgieron tras los abusos de los intermediarios, a quienes los agricultores les vendían la leche de cada día. “Nos pagaban precios injustos o a veces solo se llevaban la leche y nunca volvían”, cuenta Segundo Pilamunga, gerente de la quesera Mi Chacra.
Esa empresa le pertenece a la Asociación de Productores Agrícolas y Ganaderos de la comunidad La Esperanza, en Chimborazo. El emprendimiento se fundó en el 2009 y le pertenece a 36 socios.
“Nos costó mucho mejorar la calidad de la leche que estábamos produciendo. La gente de la comunidad no entendía por qué era necesario invertir para ganar más”, cuenta Pilamunga.
La empresa surgió con la ayuda de la ONG italiana, Ayuda Directa. Ellos los capacitaron en temas relacionados con la salud y la educación, pero también les enseñaron cómo convertirse en emprendedores.
El primer reto para los dirigentes fue cambiar las prácticas ganaderas para obtener leche de alta calidad y con la acidez adecuada para la quesería gourmet. Luego, los productores lecheros aprendieron a elaborar quesos con técnicos de la fábrica El Salinerito, de la parroquia Salinas de Guaranda.
Ahora cuentan con tres variedades de quesos, ideales para la alta cocina: mozarela, andino semimaduro y fresco.
En Cebadas, una parroquia situada a 30 minutos de Guamote, también se fundó una empresa con una experiencia similar. El Cebadeñito agrupa a 12 socios y beneficia indirectamente a unas 400 personas que les proveen de la leche.
La organización se inició en 1982, como una estrategia para mejorar la calidad de vida de 36 familias de Chimborazo. Antes de asociarse ellos subsistían de la agricultura y de la producción de leche que vendían individualmente.
“En esa época todavía había grandes haciendas y los patrones no nos pagaban un precio justo por la leche que producíamos, nos pagaban lo que querían y no siempre la recibían. Éramos bastante pobres”, recuerda José Luis Aucancela, presidente de la organización.
La idea de utilizar la leche que producían para elaborar quesos surgió tras conocer la experiencia de un grupo de agricultores de Salinas, en la provincia de Bolívar. “Ellos empezaban a tener éxito en la venta de sus quesos y decidimos seguir su ejemplo”, recuerda Aucancela.
La Asociación tuvo que invertir en capacitación y en insumos para obtener una leche de mayor calidad. Lo lograron en 1985, tras varios intentos.
Posesionar la marca en el mercado fue una de las tareas más difíciles. Cada socio ayudó: ellos recibían una cantidad de quesos y recorrían las tiendas de Riobamba presentando el producto y haciendo degustaciones.
Hoy los quesos se comercializan en 32 puntos de venta y también en supermercados de la ciudad. La empresa cuenta con siete variedades de quesos gourmet.