María F. Ponce, de Nómada, y David Orbea, de Violenta. Foto: Xavier Caivinagua Para El Comercio
En ‘Vicio ingrato’, una oscura caverna emerge de seis paneles de pintura elaboradas en hollín, una obra con acrílico sobre cartulina fotográfica de la misma serie, con la que el artista José Antonio Pinto obtuvo el primer premio del certamen municipal de pintura Salón de Julio 2018, de Guayaquil.
Pinto es uno de los 17 artistas que exhiben sus trabajos en ‘Naw’, un proyecto expositivo en el que se unieron cinco espacios emergentes de arte contemporáneo del Ecuador para ganar visibilidad durante la XIV de la Bienal de Cuenca.
“Mi trabajo consiste en hacer conexiones a partir del azar y de la intuición, crear narrativas conectando el interés por ‘consumir’ imágenes de la historia y de relacionarlas con mi cotidianidad”, indicó Pinto, que exhibe también un video.
La idea de ‘Vicio ingrato’ surgió -por ejemplo- de las rocas quemadas y el hollín que provocó un incendio forestal en Cerro Colorado, cerca de su casa, en el norte de Guayaquil. También exhibe en el recibidor una serie de pequeñas pinturas en acrílico (‘Secuencia 1, Storyboard’) con personajes fantasmagóricos y paisajes de atardeceres urbanos.
En ‘Naw’ se unieron Espacio Violenta y Nómada Proyecto de Arte, de Guayaquil; y Más Arte galería taller, No Lugar y Khôra, de Quito. Las obras -que incluyen pintura, fotografía, mural, video e instalación- se exhibirán hasta este domingo en La Vitrina, de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay, una antigua vitrina comercial con un amplio sótano.
“La idea era integrar espacios y artistas, sin una línea curatorial específica. Quisimos mostrar la escena del arte emergente ecuatoriano que no está en la Bienal, pero que también es potente”, indicó David Orbea, miembro del colectivo Los Chivox, que dirige el Espacio Violenta de Guayaquil.
María Fernanda Ponce, gestora de Nómada Proyecto de Arte, indicó que el título juega con la pronunciación en inglés de la palabra ‘now’ (ahora) como un reflejo de la escena emergente actual del país. Los cinco espacios -que a menudo colaboran entre sí- tienen intereses comunes en la visibilización de prácticas del arte contemporáneo, la ocupación mutante de espacios, los experimentos curatoriales y la promoción del coleccionismo.
Una pieza de Orbea, quien tiene un cuerpo de trabajo alrededor de la geometría, la abstracción y el color, está incluida en la muestra oficial de la XIV Bienal de Cuenca. Sus banderines, con patrones de los parasoles multicolores que suelen usar vendedores informales callejeros, se exhiben en los postes de sitios como la Calle Larga y el parque San Sebastián, en la capital azuaya.
En ‘Naw’ exhibe -por su parte- los bocetos de toda una campaña publicitaria creada a partir del patrón de los parasoles, como una forma de que esa informalidad se tomara la ciudad. Y proyecta videos que funcionan como cierre de la instalación de la Bienal.
En el recibidor de La Vitrina se destaca un mural con látex, vinil, pintura acrílica y figuras de neón de Tayron Luna, miembro de Los Chivox, quien recrea la estética de publicaciones callejeras sobre fachadas repintadas –propaganda, grafiti y comercio-. Con tiza y aerosol se invita al público a intervenir el mural.
En el sótano, el guayaquileño Javier Gavilanes juega con la superposición de colores y trazados geométricos, tramas urbanas en una suerte de pintura con capas en la que usa cartulina calada, tinta, adhesivos reflectivos y una mesa con otras piezas similares. La artista quiteña Dayana Garrido presenta una serie de fotografías en blanco y negro, fundidas con cera sobre una serie de espejos enmarcados, en una obra titulada ‘Augurios’.