Imagen del 27 de junio de 2018 muestra caminando a través de una red de cuevas subterráneas y túneles conocidos como “el subterráneo divino del Maestro Levon” en el pueblo de Arinj, en las afueras de la capital Yerevan. Foto: AFP
Cuando Tosia Gharibian le pidió a su marido que le hiciera una bodega para conservar las patatas no podÃa imaginar que excavarÃa todo un laberinto subterráneo, hoy una de las principales atracciones turÃsticas de Armenia.
Durante más de 23 años, Levon Arakelian perforó una red de salas y túneles en la tierra ocre debajo de su casa de Arinj, un pueblo de 6 000 habitantes cerca de Ereván.
“Cuando empezó a excavar fue imposible pararlo”, cuenta su esposa.
Cada dÃa trabajaba durante más de 18 horas, haciendo sólo una pausa para una siesta antes de regresar a su dédalo. “Discutà mucho con él, pero se obsesionó con su objetivo”, recuerda Tosia.
Cuando Tosya Arakelyan le pidió a su esposo que cavara un sótano debajo de su casa para almacenar papas, ella tenÃa poca idea de que el laberinto subterráneo que eventualmente producirÃa serÃa uno de los principales centros turÃsticos de Armenia. Foto: AFP
“Nunca dibujó ningún plano, solÃa decirnos que veÃa en sus sueños lo que tenÃa que hacer a continuación”, explica precisando que su esposo estaba convencido de estar “guiado por el cielo”.
Levon excavó a más de 21 metros de profundidad un laberinto de 280 metros cuadrados, ayudándose sólo de herramientas manuales y sacando con cubos el equivalente a 600 camiones de escombros, asegura Tosia.
Aunque la primera capa del subsuelo estaba compuesta de piedras negras de basalto, Levon rápidamente llegó a las piedras de tiza micácea, más porosas y fáciles de picar.
En 2008, cuando consiguió unir los dos extremos del último túnel, Levon falleció a los 67 años de un ataque al corazón.
Visitantes de todo el mundo se desplazan ahora a Arinj para descubrir el laberinto “divino” de Levon Arakelian. Foto: AFP
Turistas del mundo entero
Tras enviudar, Tosia decidió sacar partido al extraño patrimonio que le dejó su marido.
Visitantes de todo el mundo se desplazan ahora a Arinj para descubrir el laberinto “divino” de Levon. Ciertos dÃas, autobuses cargados de turistas hacen el trayecto hasta la casa, la única atracción del pueblo.
Guiados por Tosia por las glaciales y silenciosas galerÃas, los visitantes profieren gritos de admiración al descubrir que Levon decoró las salas con jarrones y hasta un altar, y grabó en las paredes motivos decorativos que recuerdan a los de las iglesias de Armenia.
La luz de las velas en el recorrido añade encanto a la visita.
“En este lugar increÃble uno se da cuenta de cuán ilimitadas son las capacidades fÃsicas y espirituales de una persona”, dice Milad, un turista de 29 años originario de Irán.
Para rendir homenaje a la labor titánica de su marido, Tosia construyó un pequeño museo en su honor al cumplirse 10 años de su muerte. Situado en el centro del pueblo, representa la construcción del laberinto.
Tosia vende también tazas, camisetas y delantales con la efigie de Levon, cuya obstinación se ha convertido en un sÃmbolo para algunos armenios y turistas.
A sus 44 años, la hija de Levon, Araksia, recuerda una infancia con un padre apasionado dÃa y noche por su proyecto.
“Mi principal recuerdo de infancia -explica- es el ruido sordo del martillo de mi padre proveniente del sótano durante la noche”.