Aprender una ecuación quizá no sea lo más importante. Aprender a comunicarse, por el contrario, es una valiosa herramienta para la vida. Todo parte de establecer prioridades y ese es un elemento clave dentro del proceso de aprendizaje de los estudiantes con algún tipo de discapacidad. Hay que conocer bien las metas para luego fijar la ruta que se va a seguir para el acompañamiento desde la casa.
La flexibilidad es el primer paso. Para Daniel Crespo, subsecretario de Educación Especializada e Inclusiva, la familia y el sistema escolar deben ser flexibles. Tiene que serlo al definir qué se quiere evaluar, las formas en que los chicos puedan expresar destrezas y habilidades, así como formas de motivación.
“El proceso de aprendizaje no debe generar frustración. Hay que poner el foco en lo socioemocional, así como en las habilidades que van a necesitar para desempeñarse en la vida”. La parte afectiva es importante. Crespo asegura que un estudiante que no es feliz, no aprende. Y esto depende, en gran medida, de la relación que se forje en el hogar, un entorno en que se puede además incorporar el juego para aprender más.
La psicóloga Inés Cobo, rectora de la Unidad Educativa Crear, recomienda un clima emocional favorable para sostener el aprendizaje. “No hay que caer en amenazas ni chantajes, peor en castigos. Hay que cuidar mucho la relación con los chicos”.
Para trazar el camino es necesaria una buena comunicación con la escuela. Al inicio del ciclo, padres y maestros deben dialogar para tener claro qué destrezas y habilidades son parte del currículo. La destreza es la capacidad de realizar, de manera satisfactoria, una tarea. Mientras que la habilidad es una aptitud para hacer una actividad puntual.
Cobo aclara que el desarrollo de ambas depende no solo de la edad, sino también del ritmo de aprendizaje. “La educación en un niño regular es hasta los 18 años. En uno con discapacidad toma mucho más, así que cualquier avance es significativo, valorable y se debe celebrar”.