Estábamos todavía en la serie ‘ecos del 30-S’ cuando un lindo niño de 10 años recibió un disparo y murió. El final maldito del pequeño Bruno Barcos fue el colmo, rebasó el vaso, dejó triste y perplejo al Ecuador. Luego, otro tema, ‘ajo, el delito’, ingresó al escenario, aparentemente a tiempo. Cuando Guayaquil afronta la amenaza mayor y la ex pacífica Quito sigue pasando de inquieta a asustada, igual o más que otras ciudades, cada cual con su historia y sus miedos.
La semana ‘antidelito’ pareció oportuna, con las exposiciones, minidebates, críticas, acusaciones de unos a otros y de otros a unos, temores, advertencias, dudas y el resto. Más de un vocero oficial acusó a los anteriores gobiernos, sobre todo socialcristianos, pero más de una voz rememoró que el actual ya mismo cumple sus cuatro primeros años. Hubo interesantes versiones asegurando que a todos los gobernantes de turno interesan más las obras visibles –que suenan a votos- que las acciones silenciosas y a veces hasta subterráneas de la seguridad.
Dos temas saltaron más a la vista. El narcotráfico y los asaltos (o robos, se quiere). Un ciudadano que fue asaltado dentro de su casa nos pidió mencionar los asaltos a domicilio entre las perversidades que merecen atención y una sentencia mayor si alguien es condenado por ese delito. El denunciante nos contó una historia de pavor que afectó a los suyos, porque en ese caso los delincuentes tratan de usar el pánico como uno de sus recursos.
En general, los discursos y las charlas de la semana mencionaron que el delito ha ido subiendo en el país, posiblemente porque los delincuentes han ido perdiendo el miedo. Los asaltantes y sus amigos saben de los altibajos de la Policía, de la ineficacia –y a veces otras sospechas- de la justicia. Conocen que las denuncias –cuando se producen- apenas determinan un 2% de sentencias, como máximo. “Basta de garantías a los delincuentes”, gritó un fiscal. Varias leyes han sido calificadas de noveleras. Nebot pidió penas más duras y otros creen que esa dureza no es útil si falla el sistema judicial. “Necesitamos 100 millones de dólares”, anotó el jefe de ese discutido sistema que por ahora –como casi todas las instituciones del país- funciona interinamente.
El importante y discutido tema de la seguridad, según se ha visto estos días, tiene una suma de complejidades y es difícil para un ciudadano sacar conclusiones precisas y realistas y menos levantarse a pontificar y dar fórmulas salvadoras. Pero una semana antidelito como la actual puede mover las conciencias de todos los que tienen algo que ver en esta lucha y exigir que realmente la seguridad del país sea la reina de todas las batallas antes de que nos suceda lo que a otros países que terminaron vencidos por la delincuencia, en una o en otra de sus temibles formas, o vieron morir a muchos niños Barcos.