En un país donde apenas el 23,4% de las tierras de cultivo tiene riego, las iniciativas para garantizar el acceso al agua son una esperanza para los pequeños y medianos agricultores. Por más de cinco años, la Escuela Nacional de Irrigación Parcelaria (ENIP) trata de solventar esta situación con tecnificación en el campo.
Elena Cuevas, responsable de proyectos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), cuenta que, en los últimos cinco años, la ENIP ha logrado capacitar a unas 1 299 personas en un mejor diseño y gestión de los sistemas de riego. Se trata de gente que está directamente vinculada a actividades productivas en el campo ecuatoriano y cuyo acceso al agua es vital para mantener altos niveles de producción y retorno de las inversiones que han realizado.
La Aecid y la Unión Europea fueron los cooperantes de este proyecto que cerró su ciclo en 2022, pero que se mantiene activo mediante programas de investigación como las baterías de lisímetros de drenaje. Este mecanismo permite conocer la demanda de agua que tienen diferentes tipos de cultivos en el Ecuador según su ubicación.
Tecnificación e investigación
Jaime Proaño, profesor de ingeniería agrícola en la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), lleva tres décadas en el manejo del recurso hídrico. Los años y los proyectos en los que ha participado le han dejado una lección: el agricultor ecuatoriano requiere de pequeños y constantes proyectos para mejorar su producción y resiliencia. Él ha visto desde las inundaciones provocadas por El Niño hasta las intensas sequías que azotaron a los cultivos de la Costa ecuatoriana. Esto fue por lo que se unió a la tarea de la ENIP ya que le interesa incorporar el factor del cambio climático en los proyectos de irrigación nacional.
Proaño trabaja con una batería de lisímetros ubicada en la Granja Experimental Agrícola (GEA) del campus Gustavo Galindo Velasco de la Espol. Se trata de un depósito rodeado de diferentes cultivos de muestra para medir las condiciones de agua, suelo y planta y saber cuánto líquido requerirán los productos agrícolas para crecer en óptimas condiciones.
En la misma línea está Rolando León, docente de la Universidad Técnica de Manabí (UTM). En su caso, dentro de la ENIP ha trabajado en la creación de parcelas demostrativas y en el desarrollo de tecnología de riego por goteo para cultivos como el cacao, plátano, hortalizas y maíz. El caso que más ha estudiado es, precisamente, el maíz. Con las nuevas herramientas desarrolladas dentro de la ENIP han podido mejorar el ahorro del agua en un 60% en comparación con métodos tradicionales utilizados por los agricultores.
Para León, la ENIP ha sido un espacio para mirar a la agricultura familiar y campesina. En su caso, esta escuela ayudó a que hoy se trabaje en el desarrollo de nanotecnología para el riego y en sistemas de conservación como la cosecha de lluvia para las épocas de sequía.
Más allá de una escuela
Juan Carlos Acuña es especialista en gestión de riegos del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). Como parte del brazo gubernamental de la ENIP, él ha podido palpar cómo este programa se convirtió en una estrategia para mejorar el conocimiento sobre el agua para la actividad agrícola.
A su criterio, uno de los principales aportes de la ENIP fue la creación de los lisímetros ya que son punto de partida para repensar el acceso al agua en las comunidades. Así, por ejemplo, en las zonas intervenidas se trabaja con los aguateros, es decir, con quienes están al frente de la distribución del agua en las comunidades para mejorar el manejo de turnos.
Paralelamente, la ENIP fue la oportunidad para la creación del Observatorio Nacional de Riego. Este es un espacio virtual que ha sistematizado cinco años de experiencias. Las comunidades acceden a capacitaciones en áreas como administración del riego o asesoría en tecnificación.
La iniciativa
La ENIP concluyó la capacitación y creación de parcelas demostrativas, entre otros elementos. En los próximos cinco años, las personas capacitadas se encargarán de gestionar el riego tecnificado en 9 000 hectáreas de cultivos.
Como parte del proyecto nacieron los libros ‘La vigencia de las prácticas ancestrales para la agricultura en el manejo del agua’ y ‘Crecer con la Tierra y el Agua. Experiencias agroecológicas frente al cambio climático’.
La ENIP implementó 11 parcelas demostrativas: cinco en universidades y seis en el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias.
En el Observatorio Nacional de Riego se accede a datos de parcelas demostrativas de universidades locales. Así, los agricultores conocen de cerca las nuevas tecnologías para mejorar su productividad.
Carencias
La falta de acceso a riego controlado perjudica a quienes trabajan en tierras que dependen solo de las lluvias. En el país estas son tres cuartas partes de las áreas cultivables.