La nueva pesadilla que llega a Haití como epidemia de cólera, tras la devastación causada por un terremoto, un huracán e inclementes inundaciones en menos de un año, tienen que mover a la comunidad internacional a redoblar esfuerzos para detener el avance de una enfermedad que ha causado más de 1 000 muertes y 18 000 hospitalizaciones.
La tragedia del pueblo haitiano ha llegado al punto en que la vida cotidiana incluye lastimeras imágenes de personas tiradas en la calle, desnudas, desnutridas, abandonadas y a la espera de la muerte, como muestran las dramáticas fotografías transmitidas por los medios de prensa.
Son las imágenes del cólera, que arreció con el paso del huracán Tomás y que reflejan cómo se profundiza la herida de un país ya maltrecho que en enero pasado sufrió la pérdida de 250 000 vidas por un terremoto, cuyas secuelas son todavía de más de un millón de hermanos haitianos tratando de sobrevivir en frágiles carpas o a la intemperie.
Así vemos un Puerto Príncipe convertido en paisaje de muerte, de focos infecciosos y de destrucción. Y todo esto se complica, cuando centenares de jóvenes haitianos atacaron recientemente con piedras a soldados de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití; y levantaron barricadas tras responsabilizar a efectivos de los llamados cascos azules por la introducción de la enfermedad.
El porvenir no es alentador, según los expertos de las organizaciones internacionales de salud, que anticipan que el cólera continuará extendiéndose y se necesitará asistencia de emergencia al menos durante los próximos meses, debido en parte al colapso del sistema sanitario y el desconocimiento entre la población de cómo evitar el contagio con una enfermedad que por muchos años no azotaba la región.
Todo esto dramatiza la necesidad urgente que tienen las autoridades sanitarias haitianas de contar con infraestructura de purificación de agua, teniendo en cuenta el deterioro rápido de la situación en la zona. Estando en una fase muy crítica de la epidemia, urgen de la experiencia y los materiales necesarios de otras naciones, con prioridad en material médico y en expertos en prevención de enfermedades.
Según la Organización Panamericana de la Salud, el cólera podría afectar a 200 000 personas y provocar hasta 10 000 muertes en un año en Haití, si no se detiene la línea de contagio.
De ahí la importancia de una actitud más responsable, determinada y urgente de la comunidad internacional. La temeraria dejadez tiene que ser detenida. Ya es tiempo de revertir las cosas.
Ayudemos a que, para nuestros hermanos haitianos, su país deje de ser un cotidiano corredor de la muerte.