Fenece un año más; acaba con el otorgamiento del Premio Nobel a Vargas Llosa y su presentación de la última novela ‘El sueño del celta’. Me atañe como irlandesa; pero me relaciona aún más como ser humano que ve pasar ante sus ojos nuevas formas de colonización. Si a fines del siglo XIX los informes del irlandés Roger Casement -personaje central de la novela- descubren ante el mundo las atrocidades perpetradas por colonizadores empresarios belgas e ingleses en África Occidental y en la Amazonía en busca del caucho; una centuria más tarde la búsqueda del petróleo produce atrocidades semejantes contra grupos dispersos, contra el medio natural. Ya Milagros Aguirre hizo un llamado en su columna.
Quiero hacer nuevas reflexiones. Me llama la atención ¿cómo la realidad política del autor no se compadece con su ficción política. Es que un neoliberal -o la casa editorial que lo respalda- cree que vende mejor una historia que exige justicia? ¿Es que ahora la justicia también es objeto de consumo? Trágico ¿no? Lo más curioso de esta paradoja añade otra: a Vargas Llosa le ganó la Historia frente a la Literatura. En esta novela se vuelve un narrador pesado, entrampado en largos y tediosos detalles geográficos o etnográficos, de personajes débilmente perfilados sin la magnificencia y nitidez de otras novelas históricas como ‘La fiesta del chivo’. Sin embargo, la investigación es verdaderamente extraordinaria y evoca las más disímiles reflexiones que nos llevan desde la propia historia en sí hasta la necesidad de saber qué está intentando redimir el peruano.
Aún -100 años más tarde- bebemos nuestra historia de pueblos colonizados redescubriéndonos a través de la historia de los otros, a modo de espejo, tal cual le sucedió a Casement. A través de sus informes diplomáticos contratados por la misma Inglaterra reconoció la condición de Irlanda como patria brutalmente sojuzgada por los británicos y fue capaz de apoyar la creación del Movimiento Católico Independentista en 1912, y al año siguiente el voluntariado de nacionalistas irlandeses cuya fatal consecuencia fue el famoso y sangriento Levantamiento de Pascua en 1916. Es que nos hace falta un Casement que nos permita seguir luchando desde el presente contra la colonización estadounidense o venezolana en sus diversas vertientes y formatos maquillados como procesos “democráticos” o “socialistas del siglo XXI”?
No nos engañemos una vez más. Los procesos de colonización no están condicionados por el acaparamiento de territorios o de materia prima; la colonización tiene muchas formas de manifestarse y directa o indirectamente hiere a grupos más débiles y a hábitats más vulnerables.