Pasó por Quito Abel Rodríguez, legendario maestro colombiano, que en los años 80 junto a otros desató uno de los procesos más importantes de reforma educativa de América Latina, impulsado desde los docentes, el famoso “movimiento pedagógico”. En los 90 fue asambleísta y en el 2000 Secretario de Educación de Bogotá en la administración del alcalde Lucho Garzón del izquierdista Polo Democrático.
En el marco del II Encuentro Andino de Movimientos Ciudadanos por la Educación, Abel relató los múltiples logros de su gestión en la capital colombiana de alrededor de 7 millones de habitantes. Contó que la educación fue el centro del proyecto de ciudad, a tal punto que el 50% del presupuesto municipal se destinó a financiar el proyecto educativo denominado “Bogotá una Gran Escuela”.
La idea fundamental fue la apropiación de la ciudad como entorno cultural, artístico y lúdico, y como escuela permanente de aprendizaje, reflexión y socialización que debía apuntar al aumento del conocimiento y del disfrute de esta mediante el acceso a las distintas manifestaciones de la vida urbana. Un propósito clave fue abrir la escuela a la ciudad y la ciudad a la escuela, bajo el enfoque de la educación como un derecho humano fundamental.
Para ello se amplió y fortaleció la oferta pública, el acceso y la calidad educativa. El municipio asumió y fortaleció su rol en todas las competencias educativas: currículo, infraestructura, formación, capacitación y pago a los docentes, elaboración de material didáctico, alimentación escolar, participación social y de la familia y organización y gestión absoluta del sistema escolar en la ciudad, en el marco de una relación fluida y otras veces tensa con un Ministerio de Educación regulador y diseñador de las grandes políticas educativas. Resultado: un gran incremento de la cobertura de la educación pública y una elevación de la calidad educativa. Aplausos y reconocimiento a la gestión municipal.
Esta fue una exitosa experiencia de política pública educativa, en una ciudad inmensa de parte de una administración de un partido de izquierda, en cuya base estuvo una decisión política poderosa, una profunda descentralización del Estado y una gran participación social.
En Ecuador una experiencia de este tipo no podrá realizarse en mucho tiempo, mientras no cambien la Constitución, el Código de Reordenamiento Territorial que está por aprobarse y la nueva ley de educación que limitan la labor de los municipios a la estrecha competencia de infraestructura escolar.
En tanto, hay que destacar la voluntad del alcalde de Quito de ir más allá del tema de infraestructura y de lo que sucede en el Benalcázar’ para involucrarse en el mejoramiento integral y de la calidad de 200 escuelas pobres. Es un buen inicio. Otros alcaldes debieran hacer lo mismo.