¡Cómo ha progresado la industria gráfica en nuestro país! “Signos de identidad cuencana” (Gráficas Hernández, Cuenca, 2011), en preciosa edición y a gran formato, con ilustraciones estupendas de Marco Martínez Espinoza, es la última obra del ilustre historiador Juan Cordero Íñiguez. Una joya bibliográfica que llegará con todos los honores a las bibliotecas de quienes aman los libros y su pasión es la historia, en este caso de un pequeño país que en todos los tiempos ha contado con ciudadanos tan cultos como los que formaban parte de las élites intelectuales de Francia, según opinión de Paúl Rivet.
No es que nos haya sorprendido pero sí deslumbrado la primera gran obra de Juan Cordero: ‘Historia de la Región Austral del Ecuador, desde su poblamiento hasta el siglo XVI’ (Monsalve Moreno, Cuenca, 2007) en tres volúmenes, sembrada de ilustraciones documentales. Digo deslumbrado, pues hallé capítulos que iluminaron con luz meridiana páginas de la historia ecuatoriana, que como muchas otras requerían aclaraciones convincentes, tal el caso de la posición asumida por el pueblo cañari, tanto en lo que tiene relación con la convivencia, aceptación digamos, con los conquistadores cusqueños, como su enfrentamiento sin cuartel al expansionismo quiteño.
De tal historia, la referida hasta el siglo XVI, Cordero Íñiguez va descubriendo los signos de identidad cuencana. Es decir esas constantes que va definiendo con base en los hechos y una ración de subjetivismo de la que no pueden abstenerse los historiadores según sostiene Enrique Ayala Mora. En su nueva obra, aquellos signos son identificados, a manera de un continuo, hasta llegar a nuestros días.
¿Quién podrá negar que Cuenca es una ciudad que tiene una gran personalidad? Según Gonzalo Zaldumbide: “Es la ciudad cargada de alma; y la hallo parecida a vosotros –los cuencanos-, una misma con vosotros, que la habéis forjado acaso más con vuestros espíritus que con vuestras manos”.
El espacio cañari, desde el sur de Alausí hasta el inicio de la provincia de Loja, tierra de escritores, artistas y lectores. De creyentes que dan testimonio de su fe y también de librepensadores: todos a una sin negarse el derecho a existir, aman la libertad. Orgullosos sin estridencias de su identidad. Tan lúcidos como que para Juan Cordero la identidad de su pueblo, es decir su singularidad, se halla integrada a otra mayor, la ecuatoriana.
Cómo no explicarnos los razonamientos que llevaron a Benigno Malo, el cuencano más notable del siglo XIX, a constituirse en uno de los teóricos del federalismo, de la descentralización, como el medio más idóneo para progresar. Sobre el tema el patriota, historiador y pensador que es Cordero Íñiguez se manifiesta en estos términos: “se podría decir que sigue siendo una aspiración vigente en nuestros días”.