Tema de moda, aparentemente, aquello de la sostenibilidad, también conocida como sustentabilidad. Más allá de esa discusión semántica, no deja de sorprendernos la ausencia de conocimiento certero acerca del desarrollo sostenible, especialmente, en niveles gerenciales y de cúpula organizacional, quienes –se supone- deberían liderar inminentes acciones al respecto, sin importar la línea de actividad de su organización. “Dios perdona siempre, el hombre a veces, pero la naturaleza jamás perdona”. Cuando el ser humano actúa en contra de la naturaleza, más temprano que tarde, nos golpea inexorablemente a todos.
El objetivo del desarrollo sostenible es satisfacer las necesidades del presente sin poner en peligro las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
¿Cuán coherentes somos respecto a ese objetivo?
Vivimos una época donde el vertiginoso adelanto científico y tecnológico ha sobrepasado cualquier expectativa, cuando la globalización y el ficticio crecimiento económico han transgredido fronteras; sí que lo ha hecho, pero vapuleando principios y valores morales, donde el fin sí justifica los medios, debido a la salvaje apetencia por la acumulación de bienes, por la ultracomodidad, por el ansiado bienestar, por el escandaloso despilfarro, que contrastan con las miserias del subdesarrollo.
En lo que se conoce como “triple cuenta de resultados”, precisamente, tres son las dimensiones en las que se enmarca el desarrollo sostenible: la económica, la ambiental y la social.
Cada una contiene una serie de aspectos prominentes, con indicadores cuantitativos y cualitativos, sobre los que todas las organizaciones deberían rendir cuentas, transparentarse públicamente, de manera periódica, hacia sus grupos de interés, hacia la sociedad.
En nuestro país, por lo que se conoce, menos de 12 instituciones han presentado, de manera formal, sus memorias de sostenibilidad; sin embargo, a nivel internacional, la solicitud por estos reportes es apetecida –y hasta exigida- ya que no solo se toman en cuenta los balances contables y la situación financiera para apreciar un nivel organizacional, se exige trascender hacia temas más profundos y de impacto significativo, como la sostenibilidad.
El desarrollo sostenible se cimenta en la autenticidad del ejercicio en esas tres dimensiones mencionadas; eso sí, las tres deben tener un avance equilibrado, coherente y consistente.
El desafío que conlleva el desarrollo sostenible es vasto, con muchas aristas.
Ese desafío significa un cambio cultural, una manera nueva de pensar y de actuar, viviendo el presente pero precautelando la capacidad de acción de las generaciones venideras.