Doscientos años tiene mucho significado, en función de aquella gesta heroica, liderada por Sucre principalmente y Santa Cruz, batalla precedida por la de Riobamba del 21 de abril de 1822, conocida como Combate de Tapi, en la que tuvo un valeroso rol el argentino, Mayor Juan Lavalle. Hechos relevantes y de valentía, que marcaron una profunda huella en la partida de nacimiento del que luego de 8 años sería nuestro país; que se enmarcaron dentro de los patrióticos propósitos de Independencia y Libertad, que muy probablemente fueron las armas más importantes de las que hicieron uso los patriotas; y que, coadyuvaron a tratar de recuperar la identidad, independencia y gobernabilidad propia, ya influenciadas por el mestizaje social – cultural, económico y político.
Quizás el nombre histórico debió ser, la “Victoria” de Pichincha, y no “Batalla”, ya que la guerra está compuesta por varias batallas, y la de Pichincha fue la de mayor trascendencia, que dio luz, luego del inestable paso político por la Gran Colombia, a la fundación de la República del Ecuador en 1.830.
Pero, desde otra perspectiva, tendría sentido la palabra “batalla”, toda vez que la guerra no se ha ganado aún. Así, está latente ganar la batalla a las erupciones políticas; la batalla por ganar a la corrupción y a la impunidad; la batalla por revivir la credibilidad en las instituciones y en la justicia; la batalla por la independencia mental, cultural y educativa; la de la desnutrición; y la de la seguridad.
Con ocasión del Bicentenario de la Batalla de Pichincha, y por iniciativa del Colectivo Quiteñidad representado por distinguidos ciudadanos, tuvo lugar en el Museo de Arte Colonial de Quito, un solemne acto conmemorativo. El Gral. Paco Moncayo, el Dr. Iñigo Salvador, entre otros destacados ciudadanos, recibieron una Medalla Conmemorativa, entre los cuales inmerecidamente fui incluido, recibiendo una Medalla por aportes en el campo cultural – literario. Por la presente, expreso mi profundo agradecimiento.