¡Atrévete a pensar!, ‘ten el valor de servirte de tu propio entendimiento’. Abre tu mente y déjala fluir. Libérate de la sumisión y del dogma. Sé tú mismo. Sapere aude, es todo eso. Es una expresión latina que fue levantada por Kant en 1784, para con demasiado optimismo referirse al movimiento ilustrado francés, creyendo que la humanidad había logrado la mayoría de edad: se habían atrevido a saber, a pensar sin el tutelaje de la religión y de la monarquía. La razón humana se alzaba como el centro creador de conocimiento, ciencia y sabiduría. En todo caso, el Sapere aude contribuyó a alimentar los vientos transformadores que se disponían a barrer las viejas estructuras de la Francia de finales del siglo XVIII .
En el corazón del racionalismo y de la insurgencia se ubica la capacidad de dudar. La crítica y la autocrítica. Pierre Bayle y el prominente pensador masón Voltaire fueron los mayores cultores de este pensamiento en aquel siglo. La inspiración fue tomada de Pirrón, natural de Elida, quien después de leer los libros de Demócrito y Metrodoro siguió a Anaxarco a la India. Allí se nutrió de los magos y de los gimnosofistas. Regresó a Grecia. Allí propuso el tipo más perfecto de incompresibilidad llamado acatalepsia. El reconocer la ignorancia, e incluso la ignorancia de la ignorancia para desde allí levantar el conocimiento. Se trataba entonces de no saberse poseedor de la verdad, de abrirse permanentemente a nuevos saberes. Era no solo una actitud cognitiva, sino también moral y ética. La humildad de reconocer las limitaciones. De entender que la soberbia de ‘saberlo todo’ es el primer paso de la irracionalidad y de la prepotencia, a su vez caminos al despotismo y a la violencia.
La crítica y la autocrítica han sido recuperadas por todas las experiencias humanas que desean y promueven la creatividad, la invención y el cambio.
En política han sido y son algunas de las fuentes más importantes de los movimientos auténticamente revolucionarios.
El poder absoluto y dogmático, de derecha o izquierda, tiene temor de la crítica. La desprecia. Le aterra la autocrítica. Su verdad es la única verdad. Se autoconvence que es lo mejor. Por lo que requiere de mayor control de todo y de todos. Exige y promueve sumisión. Pero por todas estas razones se petrifica y corroe internamente. Con el tiempo es más vulnerable y débil. Aunque su debilidad le conduce a la violencia.
La crítica y la autocrítica son capacidades humanas que todos las poseemos, pero que tienen que ser descubiertas y desarrolladas. La buena educación ayuda. La democracia facilita. Ninguna de las dos tiene buena salud en nuestro medio.
Señor Kant, el Saper aude social está todavía lejos, y además, lo poco que existe está en peligro. Mientras haya como, los que podamos, atrevámonos a pensar y a hablar sin miedo.