En 1940, Pío Jaramillo Alvarado publicó un libro, ‘El régimen totalitario en América. ¿Democracia o fascismo?’, compuesto por tres ensayos: El nuevo concepto del Estado, la Teoría de la Constitución y el Régimen Constitucional Totalitario en América.
En vista de los comentarios suscitados por las recientes declaraciones del Director Nacional de Alianza País, que ha cuestionado la vigencia de la doctrina de Montesquieu sobre el ejercicio democrático del poder, vale la pena recordar algunos pensamientos de uno de nuestros más ilustres compatriotas.
“En la organización social aparece el Estado como una expresión de fuerza”, nos recuerda Pío Jaramillo y, sobre tal base, concluye que las relaciones al interior de una sociedad política se resumen en la lucha entre el poder y la libertad, entre la autoridad que justifica sus actos aduciendo que recibió el mandato de procurar el bien colectivo y el individuo que reclama y defiende sus derechos. La autoridad ha fundamentado su existencia explicándola como proveniente de una delegación divina o de un acto plebiscitario del pueblo. En cualquier caso, tiende a aumentar su poder para cumplir más eficazmente su función. De esta manera, el Estado actúa, aún sin deliberarlo, en forma tal que se convierte en un déspota.
Para conjurar tal peligro, el individuo, en su lucha contra la autoridad, dividió al poder en tres grandes funciones, Legislativa, Ejecutiva y Judicial, que “el Estado ha ido progresivamente aceptando como indispensables”. Jaramillo Alvarado confronta la democracia con el Estado totalitario. Siguiendo a Montesquieu define a la primera como “el gobierno de la virtud”, mientras el Estado totalitario “desahucia a la democracia en sus elementos básicos, desconoce al sufragio como expresión de la soberanía, anula la opinión pública en su representación en partidos políticos y aherroja a la prensa, como pensamiento de oposición constructivo. Desconoce al Congreso su función legislativa y política” y pretende dar origen al hombre nuevo con el concurso de una “Escuela de Estado para crear la conciencia de la reforma”.
Ante las exageraciones del Estado liberal y el egoísmo del individuo, Jaramillo Alvarado predica, como fundamento de la autoridad, el servicio público y subraya la existencia de los deberes del ciudadano inseparables de sus derechos. Analiza las características de Italia, Alemania y Rusia en la época de Mussolini, Hitler y Lenin y concluye que son Estados totalitarios que acumularon poderes al concebir su función como una mecánica administrativa, olvidando su contenido ético.
En esa lucha entre libertad y autoridad, el Estado procura imponerse mientras la democracia reacciona y busca ampliar sus espacios: las sociedades pasan por períodos críticos, pero la marcha hacia la libertad termina triunfando.