Complejo y desafiante administrar una ciudad como Quito, capital de los ecuatorianos, con múltiples dificultades que emergen en medio de colinas y quebradas; una urbe con obligado crecimiento longitudinal, tanto, que ha rebasado los valles aledaños de Los Chillos y Tumbaco; en el sur y el norte, respectivamente, poblaciones como Tambillo y Guayllabamba, que antes eran lejanas, ahora son vecinas.
Dichosamente los quiteños nos acostumbramos a administraciones destacadas, con eficaces alcaldes y concejales; salvo alguna excepción, hemos tenido burgomaestres y Concejos municipales de primer nivel.
Basta recordar que una de esas buenas administraciones fue la ocasión para la formación, a mucha honra para Quito, para una decena de funcionarios municipales de la querida ciudad de Guayaquil cuando, deponiendo diferencias políticas e ideológicas, sus respectivos alcaldes compartieron enseñanzas y aprendizajes en pro del servicio a sus respectivas comunidades.
Consideramos injusto atribuir, a la actual Alcaldía de Quito y a su séquito de colaboradores, desaciertos de gestiones pasadas pero sí puntualizamos otros aspectos que son de su completa incumbencia y, cabe mencionar, se percibe insólita, rayando en sarcástica, la copiosa publicidad del Municipio que aparece cotidianamente; preferiríamos que se nos informe, de manera objetiva, con indicadores, cifras, datos y hechos, cómo y cuánto de los planes trazados se cumple.
Hay por solucionar mil y un problemas, graves y de fondo, que la ciudad implora pero, si en superficiales tareas se ve descuido, falta de planificación y control, ¿cómo acometer, sin chapucerías, los aspectos relevantes?
Cuál es el Quito que no queremos: aquel donde en vez de mejorar la paupérrima iluminación pública se construyen bulevares innecesarios; el Quito donde se violentan espacios en congestionadas vías, durante plazos interminables, sin una adecuada señalización, con tanques metálicos mal pintados y deteriorados, que dan un aspecto mísero, no acorde con la bella capital; el Quito donde se pintan de color chillón bordillos desportillados y en pésimo estado, resaltando -aún más- el descuido y falta de atención a los “pequeños” detalles, condición ineludible de la calidad; el Quito donde parques, jardines, especialmente, de los parterres y terraplenes, lucen sucios y descuidados; el Quito donde esos buses de color azul arremeten de manera criminal contra otros vehículos y nadie, con la esperanza de ser atendido, sabe dónde denunciar; el Quito donde mata la contaminación de los carros pesados; el Quito donde los asaltos, robos y crímenes son parte del día a día; el Quito donde se inaugurará un colosal aeropuerto ¡aún sin vía idónea de acceso!