No deja de llamar mi atención el que tantos ecuatorianos -algunos muy informados- se sorprendan a diario, por el acelerado proceso de acumulación de poder en manos del Gobierno, llevado a cabo por la “revolución ciudadana”. Era apenas la consecuencia previsible e inevitable de aplicar las ideas económicas de sus principales líderes políticos que, desde un inicio, se identificaron como “socialistas”.
El socialismo -ya sea del siglo XX o XXI- es un sistema económico fundamentado en la noción de que la “sociedad” está por encima de los individuos, quienes deben supeditar sus objetivos e intereses económicos particulares a los de la colectividad. Se trata de un sistema radicalmente opuesto al capitalismo, en el cual priman los objetivos e intereses económicos individuales.
Sin embargo, la única manera en que pueden alinearse los intereses y objetivos económicos de millones de individuos con los de la “sociedad”, es a través de la acción coercitiva del Gobierno. Si las acciones individuales no son coartadas, estas pueden ir a contracorriente de los objetivos colectivos. Por este motivo, cuanto más socialismo busque imponerse en una economía, tanto mayor deberá ser la capacidad de coerción ejercida por el Gobierno.
Poco importa en realidad si los “objetivos” de la “sociedad” tienen que ver con la liberación del proletariado, el enaltecimiento de la raza aria, o la consecución del “buen vivir”. Gobernantes socialistas europeos como Vladimir Lenin o Adolfo Hitler, o latinoamericanos como Hugo Chávez o Rafael Correa, a su tiempo han llegado a la misma conclusión. Para promover un sistema económico que ponga a los individuos al servicio de la “sociedad”, es necesario establecer gobiernos autoritarios, ya sea a través de una revolución armada o mediante el voto popular.
La noción de que la “sociedad” debe estar por encima de los individuos ha estado detrás de algunas de las mayores atrocidades que ha registrado la humanidad en el último siglo. Probablemente debido a que están conscientes de ese riesgo, una encuesta reciente en EE.UU. muestra que un 54% de los norteamericanos tiene una imagen negativa de la palabra “socialismo”, mientras que un 39% tiene una imagen positiva. En América Latina probablemente estas percepciones son exactamente al revés, lo que explicaría el que tantos líderes políticos en la región se identifiquen con las ideas socialistas y los ciudadanos los apoyen mayoritariamente.
Socialismo es socialismo, por lo que todos aquellos que hoy se asombran y preocupan por el autoritarismo y la arbitrariedad, que se extiende rápidamente a través de toda la realidad política y económica local, pueden estar seguros de que aún no han visto nada. Valga la oportunidad de que los ecuatorianos lo vivan de cerca, para que lo piensen dos veces la próxima vez que un líder político les proponga implantar en Ecuador un sistema socialista.