Ayer, el Secretario General de la ONU emitió un comunicado lamentando la muerte de un funcionario público francés. La noticia se reportó en los periódicos de todo el mundo y en las portadas en Francia. No se trataba de un ministro o viceministro, ni estaba encargado del gobierno de una gran región; sencillamente era el Director de un centro educativo superior.
El Institut d’Etudes Politiques de Paris, comúnmente llamado Sciences-Po, nació en 1872 cuando el país pasaba por un descalabro. En respuesta a la pérdida de la guerra franco prusiana, la caída del régimen de Napoleón III y la revuelta de la Comuna, los intelectuales vieron necesario constituir un centro de excelencia que forme futuros líderes.
Poco tiempo después tuvimos nuestra primera estrella, Marcel Proust, el autor de “En busca del tiempo perdido”, considerada una de las cumbres de la literatura universal. Los logros se sucedieron educando a 28 jefes de Estado o de gobierno franceses, incluyendo los dos anteriores presidentes François Mitterrand y Jacques Chirac. Nicolás Sarkozy pasó por esas aulas pero no logró graduarse por reprobar el examen de inglés (es de notar que absolutamente todos los alumnos se gradúan siendo al menos trilingües).
Allí estudiaron el ex secretario general de la ONU, Boutros-Ghali; el actual director de la Organización Mundial de Comercio, Pascal Lamy; el ex presidente del Banco Central Europeo y uno de los padres del euro, Jean-Claude Trichet. La actual jefa del FMI, Christine Lagarde, vino del campus de Aix-en-Provence de Sciences-Po y ella reemplazó a otro ex alumno y ex profesor, Dominique Strauss-Kahn. En el corazón del edificio se encuentra el anfiteatro Émile Boutmy que es el pasaje obligatorio de las personalidades que visitan París. Correa dio allí su conferencia, y yo escribí mi tercer artículo para este Diario sentado en esas bancas mientras asistía a una conferencia del nobel de Economía, Amartya Sen. Allí vi a Richard Descoings por última vez. Fue el Director de Sciences-Po durante 16 años y llevó los nuevos horizontes de excelencia. A pesar de ser un instituto especializado en asuntos públicos, durante su liderazgo se catalogó a SP la octava mejor universidad del mundo para negocios. Pero su fama llegó por impulsar una reforma histórica para promover el ingreso a personas pobres. “Si no abrimos nuestras mejores universidades, si no abrimos nuestras empresas, si no abrimos nuestras instituciones políticas a todos los ciudadanos, entonces el futuro de nuestra nación esta en peligro”. Esa fue la filosofía que pretendía difundir en Nueva York cuando una misteriosa muerte le llegó.
“Nuestro Steve Jobs”, “Nuestro Dumbledore, con menos barba”; alumnos y ex alumnos nos sentimos huérfanos con su partida.