Los actuales directivos del Partido Socialista han iniciado el proceso de expulsión de Manuel Salgado Tamayo. Antes han expulsado ya a Gustavo Vallejo, dirigentes de la corriente socialista revolucionaria.
Además de observar que las medidas se han anunciado en momentos, por decir lo menos, inoportunos, es evidente que se han atropellado procedimientos internos y garantías constitucionales. Una dirigencia cada vez menos legítima, que ha eliminado el diálogo entre compañeros, que no convoca a los organismos decisorios como el Consejo Nacional y el Congreso para que definan la línea de la organización, ha tomado medidas groseramente estalinistas contra dos distinguidos militantes.
Gustavo Vallejo se integró al socialismo desde joven estudiante y ha trabajado por años junto a las organizaciones sociales. Se lo acusa de discrepar. Pero en vez de llevar las discrepancias a los altos organismos que deben conocerlas y resolverlas, se pretende silenciarlo con medidas arbitrarias. Nadie podrá acusarle de personalismo o de buscar beneficios personales o familiares.
Manuel Salgado ha entregado su vida al socialismo. Fue dirigente estudiantil y líder de la FEUE, candidato presidencial cuando se produjo la reunificación de las diversas fracciones del partido, legislador y vicepresidente del Congreso. Fue elegido presidente de Partido Socialista – Frente Amplio, cuando se produjo la histórica unificación con el FADI en 1995. Ha sufrido persecuciones y carcelazos. Ha sido solidario con los trabajadores, los indígenas y funcionarios públicos. Por otra parte, es un destacado intelectual y maestro universitario, con varios libros que se han publicado dentro y fuera del país.
A Salgado se lo acusa de participar en un esfuerzo de unidad de la izquierda, como si no se supiera que esa ha sido una de sus consignas de vida, defendida por años. Los que lo sancionan no le harán ningún daño. Ellos harán un papelón, sobre el que deberán rendir cuentas ante la militancia cuando pasen las urgencias burocráticas y el reparto de candidaturas.
No hace mucho, en esta misma columna, destaqué el hecho de que un esfuerzo conjunto de todos los sectores del Partido Socialista permitió tener las firmas para su reinscripción legal. Al parecer los directivos que siguen en sus puestos más allá de sus períodos y toman resoluciones al margen de los organismos competentes, no han asimilado esa buena experiencia de unidad.
Una vez más he escrito aquí sobre temas de mi partido. Pero ciertamente, se trata de cuestiones que no solo interesan a los militantes, sino a importantes sectores de la opinión pública. Al fin y al cabo, el Partido Socialista es la matriz histórica de la izquierda del Ecuador y uno de los primeros de América Latina. No es una clientela electora sino una institución nacional.