Nuevamente el Presidente de la República se equivoca. En su afán de tener siempre la razón, de controlarlo todo y de no reconocer lo que está pasando, emprendió una campaña poco democrática de desprestigiar la marcha que iniciaron el 8 de marzo indígenas y sectores sociales.
Pocas veces se ha visto cómo a través de los medios de comunicación se falsea tanto la realidad, mencionando que detrás de esto había intenciones golpistas. De ahí el justificativo de usar todo tipo de improperios para referirse a líderes indígenas y sociales, así como realizar contramarchas con el uso de recursos del Estado para movilizar a masas de gente. Ni siquiera el sánduche y la gaseosa movilizan ahora a las huestes correístas.
Lo cierto es que la marcha por la vida, el agua y la dignidad ha sido un éxito. No solo de sus dirigentes sino del pueblo. Es una lucha que empezó hace más de 500 años. Una lucha histórica por la conquista de derechos y por la liberación de los pueblos sometidos y explotados. Eso es algo que nunca han podido entender quienes ahora gobiernan este país.
Todo intento por desprestigiar y desconocer este hecho va a contracorriente. Uno de los resultados que se pueden extraer de esto no solo es el rompimiento del Gobierno con los sectores sociales sino con este proceso de lucha y reivindicación social. Correa contra Correa. No solo que ha dejado de lado sus ideales sino que se ha traicionado a sí mismo.
Ahora sabemos qué intereses defiende y representa. Un régimen que, más que de izquierda, se acerca a posturas reaccionarias de cierta derecha trasnochada. Si no es así, ¿por qué defiende con tanto afán a las empresas transnacionales mineras?
Por ello resulta inoficioso su aparente enfrentamiento con Nebot en torno al busto del ex presidente León Febres Cordero. Es curioso ver hasta dónde pueden llegar las miserias humanas. Deberían ser más coherentes. Para mi forma de ver, es mejor que afinen sus asperezas y se pongan de acuerdo con esos grupos oligárquicos a quienes representan y son ahora su puntal de apoyo.
Lo cierto es que esta marcha por la vida, el agua y la dignidad –aunque se realiza en un contexto preelectoral- refresca la política ecuatoriana y fija en la agenda nacional temas de real transcendencia. ¿Qué modelo de Estado queremos? ¿La lucha por dignidad abarca a todos los derechos humanos? ¿El modelo extractivo y de la minería a gran escala es la opción? ¿Es justo que estos recursos –que para mi forma de ver son irrisorios- sean para el gran derroche de la involución ciudadana?
Son preguntas que hay que plantearse y que se reafirman con lo enunciado por la misma Marcha por la Vida, el Agua y la Dignidad.