Allá, por 1916, el abuelo Octavio Cordero Palacios –que se comprenda mi legítimo orgullo de citarlo- viajaba a Quito en calidad de senador, para gestiones importantes en favor de Cuenca, su ciudad; al describir el viaje en una carta, prometía, arrepentido, conseguir una o dos estupendas mulas para el regreso, pues en los tramos del viaje en ferrocarril no pudo apreciar, a esa velocidad, el paisaje, ni las montañas, ni las nieves eternas de la cordillera. Viajar así“es una salvajada”, comentaba: “En ferrocarril uno no viaja, sino que es expedido”…
¿Qué hacer hoy, ante nuestra claustrofóbica y aeronáutica navegación, sino acudir a esta consideración ancestral, para contarles cómo fui expedida hacia Brasil, vía Panamá, (¡inverosímil!), a la Feria del Libro de Porto Alegre, gracias a una invitación del Ministerio de Cultura, que agradezco?
El cartel sobre la pequeña mesa esquinada en la sala de información de la Feria que separaba del resto del ambiente un acogedor rincón, decía en portugués: “Sala dos escritores”; nadie se equivocó, pues, al separar ‘sala’ de ‘dos’, aunque al leerlo unido: ‘salados escritores’, no estemos lejos de la verdad. Pocas vocaciones significan tanto, urgen y comprometen de tal forma la vida, y rinden, económicamente, tan poco, como la de la escritura, salvo geniales o afortunadas excepciones.
Café, sonrisas, todo en Brasil fue alegría y cultura (me reafirmo: la alegría es imposible sin una pizca de inteligente bondad)…
En la Casa do Pensamento tuve un encuentro con miembros de la Academia Literaria Feminina do Rio Grande do Sul. Hablamos de género y sexo; de la conjetural visibilidad de la mujer a través de artificios idiomáticos como esos ‘os/as’, o gracias al uso del humilde símbolo de una antigua medida, la @, empleada en direcciones de correo electrónic@; expresé mi convicción acerca de la ineficacia psicológica, estética y política de esta proliferación hasta el infinito empedramiento del idioma… Salía de la civilizada discusión, cuando descubrí otra ‘receta’ para incluirnos: la de escribir una ‘x’ en lugar de la ‘o’ del presunto masculino; por ejemplo: lxs estudiantxs…¿Así nos sentimos existir?: ¡no lo puedo creer!
En la Universidad pública de Rio Grande do Sul, alejada del centro, perfumada de árboles, amplísima, diserté ante estudiantes y profesores de español del Departamento de Lenguas Modernas. Querían saberlo todo sobre la existencia y el funcionamiento de las academias de la lengua, sobre el primer libro panhispánico, el Diccionario panhispánico de dudas; los bancos de datos CORDE y CREA, la Nueva gramática, el Diccionario de americanismos, la monumental Ortografía.
Reexpedida ya, estoy aquí, por suerte, dispuesta a discutir los secretos de la aparición de la mujer en aquellas palabras de las que, que yo sepa, nadie se propuso jamás que, gramaticalmente, desapareciera.