¿Cómo será hacer periodismo en silencio? ¿Cómo será hacer periodismo sin tener la posibilidad de entrevistar, sin contar historias, sin publicar crónicas, informes, reportajes e investigaciones sobre los aspirantes y acerca del proceso electoral?
¿Cómo vivirá el país una campaña en la que será determinante la maquinaria propagandística y publicitaria y estarán ausentes el debate, la deliberación, la reflexión, el derecho de los ciudadanos a conocer lo que dicen y hacen los aspirantes a llegar a la Asamblea o los postulantes a la Presidencia de la República?
¿Qué clase de periodismo podremos hacer si las restricciones aprobadas por quienes dicen que están construyendo una sociedad más inteligente, justa y equitativa impedirán que los medios cumplan su deber esencial: poner en escena el juego electoral para que quien decida sea el ciudadano por su propia conciencia, no por el aturdimiento que generará la poderosa maquinaria publicitaria y propagandística?
¿Cómo se sentirán quienes en su discurso desde la curul y desde los micrófonos de los medios dicen no estar de acuerdo con las limitaciones a la libertad de información y votan en la Asamblea con una vergonzosa ambigüedad para dejar que se apruebe la mordaza?
¿Cómo entender a los millones de ecuatorianos que serán víctimas de ese silencio impuesto y del bombardeo publicitario desigual e inequitativo que favorecerá a quienes tienen el control del poder político y de las instituciones electorales?
¿Por qué la sociedad acepta, casi agachando la cabeza, casi encogiendo los hombros, casi con irresponsabilidad cívica, casi desde un analfabetismo informativo, casi desde la resignación a ceder su derecho constitucional a mantenerse informado y a conocer la realidad por intermedio del trabajo de los periodistas y de los medios?
¿Por qué un poder político que cuenta con una amplia mayoría de ciudadanos que lo apoyan no respeta a esa mayoría y pone a discutir al país leyes tan delicadas como estas antes de que los asambleístas lo aprueben?
¿Por qué los asambleístas del oficialismo suelen hablar de socializar los proyectos y lo que en realidad hacen es dar su voto reverencial y temeroso en nombre de un abstracto “proyecto revolucionario” y en nombre de que una cosa es la discrepancia interna y otra “hacer el juego a la oposición”?
¿Por qué los periodistas nos indignamos con la promulgación de normas legislativas contra nuestro trabajo, pero nos quedamos en la queja y el lamento?
¿Por qué nos dejamos enmudecer sin hacer nada o casi nada -más allá de una columna de opinión como esta-para enfrentar la mordaza con creatividad, con inteligencia, con calidad y con mentalidad estratégica?
¿Vamos a permitir que el poder nos imponga hacer periodismo sin hacer periodismo?