El signo de la contemporaneidad es la rapidez, el vértigo y el desenfreno en todos los campos de la vida. Esta vorágine es descrita y analizada por uno de los grandes pensadores de nuestra época, el sociólogo y filósofo polaco Sygmunt Bauman. Según él, vivimos en un mundo líquido marcado por el ritmo de una economía dominada por un consumismo extremo que lleva al planeta y a la humanidad a su destrucción.
En el plano económico el asunto es comprar, comprar y botar. Para que este proceso se dé se requiere que las mercancías envejezcan cada vez más pronto. Un celular, que hace cuatro meses era el último grito de la tecnología, hoy es un carcamal que tiene que ser arrojado al tacho sin pena ni gloria. “En una sociedad de consumidores… el auténtico ciclo económico, el que de verdad mantiene la economía en funcionamiento, es el que consiste en comprar, usar, tirar a la basura” dice Bauman: Lo impresionante es el aumento de la velocidad entre el nacimiento y envejecimiento de una mercancía. Si antes un artefacto duraba para toda la vida o para muchos años, hoy tiene una duración más corta. Ese es su “éxito”. Está concebido y diseñado para eso: para durar poco o nada. Más y más materia prima, más destrucción de la naturaleza, para fabricar más basura. En un entorno de este tipo según Bauman: “Las grandes empresas en vender bienes duraderos son un fracaso”.
Esta dinámica, según Bauman, se sustenta en la insatisfacción permanente y enfermiza de los seres humanos que somos día a día programados por la publicidad y otros mecanismos para llenar y abrir necesidades, cada vez más superfluas, en tiempos más cortos en medio de una competencia feroz. …”Para abastecer todas esas nuevas necesidades, impulsos, compulsiones y adicciones, y para mantener en servicio los nuevos mecanismos de motivación, orientación y supervisión de la conducta humana, la economía de consumidores debe recurrir al exceso y al despilfarro”.
El grave problema es que la lógica consumista extrema y la extraordinaria rapidez de la decrepitud de todo invaden la generalidad de campos del quehacer humano. Las noticias, los escándalos, los sentimientos, las políticas públicas, las profesiones, los principios, las mismas personas son fugaces y desechables. Estamos frente a una nueva dimensión de los valores, del tiempo y del espacio. Estamos inmersos sin mayor consciencia en un fenómeno planetario que cada día nos engulle.
Frente a esto cabe discutir el sentido del cambio de la matriz productiva, el modelo educativo de escuelas y universidades, el proyecto de país, el tipo de sociedad y de Estado que queremos. Estamos en pañales en esta discusión que no se abrirá mientras sigamos embelesados en fortalecer irracionalmente aparatos y funcionarios que ya están siendo funcionalizados al verdadero poder: el mercado global.