Mientras el papa Francisco aboga porque se otorgue a los jóvenes garantías de seguridad y educación para su pleno desarrollo, la transmisión de valores duraderos por los que valga la pena vivir, daría la impresión que en otros campos se da la espalda a esta realidad y se vive del cinismo. Gandhi había dicho que en la tierra hay lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto para llenar la avaricia de algunos.
El gran escritor español, Álex Rovira, entre sus mensajes positivos habla del error y la mentira en los seres humanos y que son distintas, pero a menudo van de la mano. Autor de libros recomendables: ‘El bosque de la sabiduría’, ‘El laberinto de la felicidad’, ‘La brújula interior’, entre otros, considera que la solución a un error (que todos cometemos en la vida) es el reconocimiento de haberse equivocado. Empero, la solución a la mentira no implica solo su reconocimiento sino el arrepentimiento y la rectificación de no volver a cometer, que surge entre la gente de bien.
Rovira reflexionaba que debería imaginarse a una autoridad del signo que sea declarando lo siento, cometí errores, los oculté, negué la realidad, mentí, lo siento de corazón. Hoy, decía, este hecho humano resulta inconcebible porque nadie se equivoca, nadie miente, nadie reconoce, nadie sabe pedir perdón y peor si es político.
El cinismo, el doble discurso y la doble moral afloran en el mundo y se imponen con fogosas intervenciones. Se observa en diferentes regímenes y en diversos sectores del planeta. Las denuncias sobre corrupción resbalan, a pesar de revelarse con pruebas y la admisión de quienes estuvieron vinculados a los hechos, pero quedaron al descubierto.
Este problema no es patente de los países en desarrollo; se ha podido ver, por pronunciamientos y hasta dictámenes judiciales, que también sucede en grandes naciones. En Argentina se exhibe hasta las declaraciones de bienes de quienes en el poder multiplicaron escandalosamente sus fortunas, pero no pasa nada. Ni se ruborizan. En España un nuevo escándalo envuelve al más alto nivel, con confesiones de ex compañeros de partido y la danza subrepticia de dinero, oculto hasta cuando se revelaron las presuntas cuentas y contabilidad secretas, el cobro de sobresueldos ilegales, con testimonio de los actores de estos hechos.
En el país, ¿qué pasó con casos de corrupción y la impunidad? ¿Qué pasó con los procesos y acusados por la Fiscalía de los comecheques y otros del Ministerio del Deporte? ¿Qué pasó con la compra de chalecos para los motociclistas en la Agencia del Transporte que se admitió oficialmente que hubo “sobreprecios terribles y peculado”? Acaso la “nueva justicia” no ha sido ágil en los casos vinculados a la política y a la crítica y lenta en los hechos de corrupción? Allí están los resultados a la vista del mundo.