Es el título del libro que acaba de presentar José Ayala Lasso. Voy a comentarlo con respeto y admiración hacia un personaje que se convirtió en una institución del derecho internacional y en una voz autorizada sobre la diplomacia nacional, desde mucho antes de hacernos conocer sus puntos de vista a través de su columna semanal en EL COMERCIO, iniciada hace cuatro años.
Para sondear en la hondura y la solidez de su pensamiento quizás no nos sea de mayor ayuda saber que estudió en una universidad local, hoy calificada como B, y en una institución belga cuyo nivel sobrevive a los intentos de recalificación. Es más certero revisar su experiencia como Embajador en varios países en representación de Ecuador. Como parte de su misión ante la ONU presidió durante dos años el Consejo de Seguridad. Fue Alto Comisionado para los Derechos Humanos entre 1994 y 1997.
Fue tres veces ministro de Relaciones Exteriores. Y como tal firmó en 1998 el acuerdo de paz entre Ecuador y Perú. Fue una acción de gran significado, al menos para mi generación, que creció viendo cómo sus antecesores sobrellevaban el dolor de sentirse perdedores del conflicto y no se imaginaban que podían ser ganadores de la paz. La firma, pese a los incumplimientos de las ofertas de cooperación y pese al sinsabor de que se podía haber logrado más, fue un acto de valentía que puso al país a pensarse como un todo después de completar su piel, una piel dolorida pero, al fin y al cabo, piel.
Quizás este asunto, difícil y penoso en su momento, no pase de ser una anécdota para las actuales y futuras generaciones. Pero la historia está hecha de estas grandes decisiones que tienden a echarse en el olvido sobre todo por parte de sus beneficiarios.
De modo que cuando leo al embajador Ayala valoro su experiencia en el mundo diplomático pero sobre todo su voluntad de servicio, más allá de cálculos personales y de miedos. Supongo que fue esa misma entereza la que lo llevó a poner en blanco y negro sus ideas cuando la llamada revolución ciudadana ya estaba instalada y quizás habría sido mejor, dentro de cualquier cálculo razonable, guardar silencio y sentarse en el cómodo asiento del observador.
El lector encontrará en la primera parte de esta recopilación temas sobre actualidad mundial y, en ese contexto, el análisis de la acción de la nueva diplomacia nacional. Desde sus primeros artículos entra en materia al abordar los cambios en el servicio diplomático bajo el malentendido de que el profesionalismo era un mal que se debía terminar. La segunda parte nos muestra al Ayala erudito, al recoger varias intervenciones y reflexiones suyas. Tienen especial interés los artículos ‘La seguridad mundial en el siglo XXI’ y ‘La construcción de la paz en un contexto global’. Por estas razones, el libro es una muestra del mejor José Ayala y es una buena aproximación al mundo en cambio que nos ha tocado vivir.