SSLq C omo los hombres no hacen lo que deben hacer, hacemos nosotras”, dice una de las mujeres del suroriente amazónico de la marcha que les llevó a Quito. Se queja de los hombres que no tienen la valentía de defender la selva, frente a lo que contrapone orgullosa su decisión de enfrentar los riesgos de realizar una protesta que nunca han hecho. Se muestra presta a soportar vejámenes gubernamentales, los añade a las burlas de los hombres de su comunidad que no les consideraban capaces de hacer lo que han hecho y que aseguraban su fracaso político.
Es historia conocida con las mujeres cuando captan los roles de los hombres, como este de ganarse el espacio público, aún más con la protesta. Tampoco es nuevo que las mujeres cumplan este rol, pero es llamativo que mujeres del suroriente amazónico, como grupo, vengan en protesta a un espacio ajeno, Quito.
Estas personas entran en acción cuando los otros sectores no pueden hacerlo o han renunciado a ser protagonistas de una causa vital. Así aconteció en la dictadura boliviana y chilena. Cuando los hombres no podían actuar, por la represión o el miedo, las mujeres tomaron el espacio público y deslegitimaron a la dictadura. Lo imposible se produjo, el miedo fue vencido, después vinieron otras protestas, ya intervinieron los hombres, en partidos y sindicatos, como protagonistas que coparon todo, al punto de excluir a esas mujeres protagonistas, sin agradecerlas. Hay también trabajos comunitarios que son fruto del esfuerzo femenino pero son apropiados por los hombres. Esta discriminación de género convierte al invisible trabajo de la mujer en algo “natural” sin derecho al reconocimiento.
Las mujeres amazónicas pare cían repetir esa vía, pero ellas han sabido tomar la palabra pública. El éxito de las personas que están tras las bambalinas, es cuando su voz adquiere resonancia porque hay un orden social que no debe ser un acto que enturbia principios vitales.
Ellas sorprenden por el sólo hecho de estar activas en el espacio público, pero ganan más por decir sus verdades silenciadas o que otros no osaron decirlas. Su razón no es la de los cálculos en repartos de los recursos naturales convertidos en monedas. Afirman el valor de otro tipo de vida, en contraposición de razones con un mundo que sólo quiere oír de dinero.
Su voz no juega a la política, dice grandes verdades simplemente pero definidas desde una vivencia que adquiere valor de política por su reivindicación ética y convicción sin cálculo. Ese es el mayor éxito de estas mujeres. Además, su sola presencia ya mostró que el poder político se enreda en sus justificativos, sus argumentos indisponen a la razón burocrática, no sabe cómo no recibirlas para no incrementar su éxito y no logra decir que no aceptará nada de lo que ellas digan.
Revelar las costuras simples del poder es un gran éxito. La voz del silencio perturba. Lo lograron.