Cuando tenía cinco años me enamoré de las imágenes. Recuerdo a mi madre en un atardecer preparando los granos de café para tostarlos; los lanzaba al cielo y el viento separaba la cáscara del grano formando una ola larga, que danzaba en un ambiente tomate por los rayos del sol.
Nunca pude fotografiar ese instante. Sin embargo, esa imagen tiene una presencia constante en mi vida y me inspiró a tratar de capturar esos momentos sencillos y hermosos. Me enamoré de la belleza que está en todas partes y de la búsqueda del momento perfecto.
Tengo más de 20 años haciendo fotografía y producción audiovisual. En mis miles de pasos por innumerables sitios me he encontrado con manos trabajadoras, con gente cálida y talentosa que nunca dudaron en darme unas palabras y contarme de lo que orgullosamente hacen para vivir.
En mi mente y en mis fotografías están paisajes irrepetibles y expresiones de la condición humana.
Todos los días ratifico mi decisión de haberme convertido en fotógrafo, un oficio que más allá de aplastar un botón -como algunas personas piensan que es esto- es hacerse amigo de la vida.
Sí, de la vida y de lo fugaz que es todo, pero también de la oportunidad de inmortalizar esa fugacidad y darle eternidad a algo irrepetible.
Fotografiar es una postura ante la vida. Creo que ya hay demasiadas imágenes crudas y dolorosas que muestran la faceta más oscura del ser humano, por ello mis fotografías destacan el otro lado: a gente luchadora, perseverante, enamorada de vivir y servir.
Más allá de la técnica, más allá de lo formal que tiene este arte, en el alma del fotógrafo hay una curiosidad infantil del porqué de las cosas. Aprendimos a jugar con la luz con la misma seriedad con la que un niño juega, aprendimos a ver el mundo todos los días como si fuera la primera vez.
Este oficio me ha enseñado mucho, tanto así que cuando me diagnosticaron cáncer, una de las cosas que más me dolía que pudiera pasar es que mi cámara se apagara para siempre y no podría retratar más la vida y sus manifestaciones.
Ahora estoy vendiendo las fotografías que he capturado y trabajado con tanto cariño en mis años de fotógrafo. Todos ellos son mi patrimonio y es mi manera de mantenerme a flote, de seguir trabajando dignamente para mantener a mis hijos y sacarlos adelante con mi esfuerzo.
En esta etapa de mi vida, utilizo a mi amada compañera: la cámara, para contar historias de personas que, al igual que yo, padecen cáncer, para visibilizar su digna lucha e inspirar a quienes también padecen y padecerán esta enfermedad.
He creado una causa que se llama #LuchoContraElCáncer, en la que, por medio de imágenes e historias promuevo empatía y mejor trato a quienes atravesamos circunstancias difíciles.
Pueden ver lo que hacemos en www.luchocontraelcancer.org, gracias por ver mis imágenes y compartir un poquito de lo que yo sentí haciéndolas. Les abrazo a todos. “La fotografía es la risa, la magia y la nostalgia del tiempo”.
Biofotógrafo
Luis Mariño
Nació en Quito, el 14 de octubre de 1980. Estudió Comunicación en la Universidad Católica del Ecuador. Es fotógrafo, realizador audiovisual y asesor de comunicación. Tiene formación en fotografía analógica, digital, dirección general, dirección de fotografía, realización audiovisual, teatro, actuación y dirección escénica. Su obra ha sido expuesta en varios países y ferias mundiales de turismo. Actualmente lleva a cabo un proyecto fotográfico llamado Lucho Contra el Cáncer. El fotógrafo Luis Mariño, con más de 20 años de trayectoria, puso a la venta su archivo de imágenes para recaudar fondos y luchar contra esta enfermedad.
Fotografías realizadas por Luis Mariño.