Vladimir Putin está experimentando la gloria del héroe victorioso. Más del 70% de los rusos apoya la reconquista de Crimea.
¿Renace la Guerra Fría? No. La Guerra Fría fue un episodio del siglo XX impulsado por el marxismo-leninismo; una utopía basada en la lucha de clases, que enfrentaba a todos los trabajadores del planeta contra los capitalistas opresores.
El marxismo-leninismo, sostén de la URSS, era una disparatada construcción, que, tras arruinar a medio planeta y dejar 100 millones de cadáveres, implosionó cuando Gorbachov intentó rectificarle los “errores”. La teoría completa carecía de sentido. Había que sustituirla. Esa fue la ingrata y gloriosa tarea de Boris Yeltsin.
Lo que hoy ocurre es más emocional. Dicho en un lenguaje metafórico: el marxismo-leninismo juntaba a las personas tras ideas equivocadas. Era un mal de la cabeza. El nacionalismo las junta tras emociones. Es un mal del corazón.
En fin, los rusos, con Putin al mando, intentan reeditar la gloria del viejo imperio zarista. ¿Hay que frenar este espasmo imperial? Creo que sí. El nacionalismo, en pequeñas dosis, además de ser inevitable contribuye al mejoramiento colectivo, pero, cuando se exacerba, como demostró Hitler, puede ser letal.
En Rusia -la mayor nación del planeta- vuelven a oírse los peligrosos argumentos del “espacio vital” o del supuesto derecho de los Estados a proteger a las personas pertenecientes a la misma etnia radicadas en diferentes países.
¿Qué puede hacer Estados Unidos? Primero, entender que el Moscú poscomunista no es, por definición, antioccidental. Ya no busca el dominio mundial sino restablecer la grandeza de Rusia y su rol de potencia internacional. Como hacía en el siglo XIX, cuando igual se aliaba con algunas potencias europeas que reñía contra ellas.
Segundo, mantener creíble la OTAN. El razonamiento del padrecito Stalin tras la Segunda Guerra cobra vigencia en Rusia. Entonces Stalin pensaba que la seguridad de la URSS dependía de una zona de protección en el Este que iba desde los países Bálticos hasta Bulgaria. Hoy casi toda esa zona pertenece a la Unión Europea y está protegida por la OTAN. Para el sostenimiento de la paz es vital mantener esa protección.
La OTAN fue un instrumento militar surgido durante la Guerra Fría que impidió el estallido de un tercer conflicto contra la URSS. Ahora servirá de elemento disuasorio ante la nueva-vieja Rusia.
Por el bien de todos es muy útil mantenerlo aceitado.
Los romanos tenían razón: si quieres la paz debes prepararte para la guerra. Si vis pacem, para bellum.