Daniel tenía 16 años cuando empezó a consumir drogas. Un compañero del colegio le entregó un pequeño sobre con un gramo de marihuana.
El joven recuerda que durante el recreo envolvieron la hierba en un papel casi transparente y empezaron a fumar. Con el tiempo consumió cripy, cocaína y terminó con la tan adictiva H.
Hoy, Daniel tiene 24 años y está por terminar un tratamiento para alejarse de las drogas.
El joven, originario de Guayaquil, cuenta que ha sido un proceso duro y largo. Ha estado en distintos centros de la urbe porteña durante tres años. “Lo más difícil son las recaídas. Cada vez que abandonaba mi familia sufría. Ahora ya estoy bien y espero recuperar mi vida”.
En el centro en donde está Daniel hay otros 20 chicos que luchan con problemas de adicción. La mayoría cuenta que consumieron estupefacientes en el colegio. Sus historias se repiten. Dicen que al principio los microtraficantes les regalaban sustancias.
Esto para captarlos y luego, cuando dependían de las drogas, les cobraban altas sumas.
Muchos de ellos admiten haber robado cosas de sus casas para abastecerse de dosis.
Eso lo recuerda Noelia, madre de un joven de 21 años. Ella explica que se dio cuenta que su hijo consumía porque se empezaron a desaparecer cosas de la casa. “Un día fue un reloj y otro día la plancha”.
Para la doctora Julieta Sagnay, ese es un indicador común de los jóvenes que consumen sustancias. Ella dirige el programa del Municipio de Guayaquil Por Un Futuro Sin Drogas. En los últimos años, esta iniciativa ha atendido a más de 5 000 chicos con problemas de consumo.
La especialista dice que más del 80% de jóvenes tiene su primer contacto con las drogas en los centros educativos o sus alrededores. De allí que a través de charlas y capacitaciones con orientadores visitan barrios para concienciar a las familias.
Según los doctores, existen dos tipos de señales que pueden identificar los padres para saber si su hijo está iniciando un consumo de drogas. El primero tiene que ver con actitudes emocionales y sociales.
Por ejemplo, los jóvenes que están bajo efectos de sustancias ilegales tienden a tener mal humor, ira, son hostiles y tienen cuadros de depresión. También mienten o contestan con evasivas. Otra señal social es el bajo rendimiento académico o el desinterés por actividades lúdicas como los deportes o las artes. Todas estas alertas también están reconocidas por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Undoc).
Esta entidad también alerta signos físicos dentro de los jóvenes que inician o tienen un consumo problemático. Entre estas características están la somnolencia, temblores en las extremidades, ojos enrojecidos, pupilas dilatadas, ojeras, pérdida de peso y resfriados frecuentes.
Los dos hijos de Mariana, una mujer que vive en Bastión Popular (norte de Guayaquil), padecieron estos estragos hace dos años. Ella recuerda que el mayor de 15 años empezó a perder el apetito y aprovechaba cualquier excusa para salir a la cancha con sus amigos.
En el colegio tampoco ponía atención y un día un profesor lo descubrió inhalando una sustancia. Su segundo hijo, de 14 años, en cambio, comenzó con el mal humor. “Todo le irritaba. Un día le dije que venga a comer y me gritó. Ahí me di cuenta de que algo no estaba bien”.
Los dos chicos se sometieron a procesos de desintoxicación. A pesar de que afirman ya no consumir, su mamá les realiza pruebas para cerciorarse, especialmente, ahora que volvieron a clases presenciales.
Con el regreso a las aulas, los profesores han alertado que también han vuelto los microtraficantes a los alrededores de los planteles educativos.
Por eso, la Gobernación del Guayas y el Ministerio de Educación aplican planes para evitar el consumo de drogas en adolescentes.
Especialistas visitan los centros y ofrecen charlas. La Policía hace operativos en zonas escolares, parques y centros deportivos. La idea es detectar a redes delictivas que expenden sustancias.