La historia reconoce un singular apego de ciertos caudillos presumidos y sus regímenes autoritarios, en escenarios de extrema polarización, crisis de desencanto colectivo en el que sólo se confía en la imagen mesiánica de quien se ha empinado en el poder; o en tiempos de bonanza económica, cuando llega la abundancia del dinero público que se reparte con generosa facilidad, surge un despertar que excita un apetito por más poder y deleite del redentor, convocando al “pueblo” para que avale sus solapados propósitos.
Al caudillo le encanta convocar a consultas plebiscitarias, como vía despejada y directa, para limpiar los obstáculos que encuentra y acrecentar su poder eterno. En esta circunstancia se comprende por qué los envanecidos gobernantes inspirados en el SSXXI: Hugo Chávez, Evo Morales y el otro de acá, se dieron baños de popularidad llamando a consultas plebiscitarias.
En el caso del caudillo ecuatoriano que pretendió envejecer en el poder, las cuatro consultas que manejó, sólo buscaron apuntalar su imperio personal. Veamos cada una de ellas:
Para la consulta del 15 de abril 2007, fabricó la fábula de una Asamblea Constituyente para “refundar” la patria y alcanzar la plena felicidad. Pocos advirtieron las consecuencias y un 80% de la ciudadanía cayó embelesada en la primera trampa tendida. Luego se daría cuenta que detrás de la fantasía, se escondía un modelo perverso de poder concentrado.
El Referéndum de 28 de septiembre de 2008 será para legitimar con fiesta y todo, la Constitución de Montecristi, un fastidioso texto atiborrado de romanticismo y elocuencia demagógica, que ni de lejos esbozaba un pacto social compartido, sólo era un traje ajustado al engreimiento del caudillo. Entusiasmó a la mayoría diciendo que esa Constitución duraría trescientos años y llevaría al destino de la plena felicidad. Al paraíso de la homogeneidad socialista.
Con el formato de plebiscito y referéndum de 7 de mayo de 2011, ya durante el Estado autoritario, con el anzuelo y el señuelo de los juegos de azar y casinos, las peleas de gallos y las corridas de toros, consolidó la metida de mano en la justicia, al servicio de la judicialización de la política, impulsó de la ley mordaza y ejecutó la estrangulación de los medios de comunicación. Había que aniquilar al último enemigo que osaba perturbar su omnímodo dominio.
La consulta de 19 de febrero de 2017, con una aparente fachada de eticidad, para prohibir a los servidores públicos tener bienes y capitales en paraísos fiscales, fue la trampa destinada a bloquear el futuro político de Guillermo Lasso. Triste y vergonzoso observar a una parte de la legislatura danzar al ritmo de las trampas que pusieron quienes abusaron de los recursos públicos. Melodrama e ironía, de los que juzgan el destino de la riqueza que proviene del esfuerzo privado, sean quienes se enriquecieron desde la corrupción.