Subsidiar combustibles es altamente ineficiente, sobre todo si se quiere ayudar a los más pobres. Porque para que le llegue un dólar a una persona pobre, hay que gastar casi USD 5 en esos subsidios.
Y lo números lo demuestran hasta la saciedad. Según un estudio de Naciones Unidas, el 40% más rico de la población recibe el 64% de lo gastado en subsidios a los combustibles. En otras palabras, por cada dólar que el Gobierno gasta para que tengamos gasolina y diésel a precios que están por debajo del mercado internacional, casi dos terceras partes va a los ricos.
Esos números, obtenidos de las encuestas de hogares, dicen que la gran parte de los millones que ha venido gastando el Gobierno en esos subsidios, se ha ido a las personas de mayores ingresos.
Y, obviamente, si es tanto lo que se va a los ricos, lo que queda para los pobres es poco. En realidad, el 40% más pobre de la población sólo recibe el 21% de lo gastado en subsidios.
Esto es lo que técnicamente se llama un “gasto regresivo”; es decir, un gasto que beneficia más a los ricos que a los pobres.
Otra manera de ver lo injusto de estos subsidios es hacer el siguiente cálculo: para que el 40% más pobre de la población reciba un dólar de subsidio, el Gobierno tiene que gastar USD 4,9 dólares, como ya se hizo referencia en el primer párrafo.
Por cierto, más allá de a qué grupos llega el subsidio, eso es sólo la parte “formal” de lo que se gasta en combustibles. Una parte (difícil de definir) de los combustibles subsidiados llega a los contrabandistas que se lo llevan a Perú y a Colombia, otra parte, dicen, se va a los narcos que están en el norte. Y, por si fuera poco, lo más absurdo de todo es que en un planeta que está calentándose, el Gobierno gasta una fortuna en subsidiar a los que contaminan el medio ambiente y emiten CO2.
Ahora, si está tan mal distribuido el subsidio, si el uso de los recursos públicos es tan ineficiente (porque hay que gastar mucho para que algo les llegue a los pobres), lo lógico sería pensar en cómo hacerlo más eficiente.
La única manera de hacerlo es reducir ese gasto y aumentar otro que sí llegue a los más pobres. La opción es, al menos en el corto plazo, buscar el gasto público mejor enfocado o, dicho técnicamente, “más progresivo”. Por ahora, ese es el bono de desarrollo humano y si se pudiera reducir el subsidio a los combustibles y, con la plata liberada, aumentar el bono de desarrollo humano, se estaría ganando eficiencia.
A largo plazo, tenemos que diseñar políticas de protección social más y más eficientes y enfocar hacia allá más gasto. Y, sobre todo, algún momento hay que continuar con el proceso de reducción de subsidios a los ricos, o sea, de subsidios a los combustibles.