En días pasados, mi hija pasó un mal rato al intentar matricular un vehículo y renovar su licencia. Ella escribió un relato pormenorizado y lo adjunté en una queja, por correo electrónico, a la Agencia Nacional de Tránsito y a la Presidencia de la República. La respuesta, de los directores Nacional y de Pichincha de la Agencia fue inmediata y contundente. Pidieron disculpas por el mal servicio prestado y ofrecieron sus buenos oficios para solucionar el problema y evitar que a otros ciudadanos les suceda algo similar. En muy poco tiempo mi hija encontró su problema resuelto.
Me sorprendió gratamente la actitud de esos funcionarios hacia un ciudadano que ellos no conocen. Demostraron que saben cuál es su función y que el manejo del tránsito en este país está en buenas manos. Es mi obligación ahora la de agradecerles y felicitarles públicamente.
De la Presidencia de la República no obtuve respuesta.