Ingresar a una entidad bancaria, resulta agradable y acogedor; mobiliario confortable, aire acondicionado, pulcritud en la limpieza, gente elegante, hasta fragancias ambientadoras y perfumes exóticos.
Todo esto contrasta cuando de la atención se trata. Del total de ventanillas habilitadas para atención al público, casi siempre atienden solo la mitad, de estas, no falta una en la cual el funcionario se dedica a actividades que no tienen relación con la atención al cliente.
En la ventanilla preferencial, donde deben ser atendidos ancianos, discapacitados, embarazadas, y personas con niños en brazos, la viveza criolla se pone de manifiesto, ya que allí hacen fila “ancianos” prematuros, supuestas embarazadas, personas con niños grandes en brazos, todo a vista y paciencia de guardias que lo único que controlan es el uso de celulares y la gorra a los usuarios.
Todas estas anomalías ocasionan las largas, lentas y estresantes colas, con las consabidas aglomeraciones en las entidades bancarias y similares, que contrastan y desvirtúan la gran elegancia y confort de estos espacios, en los cuales se irrespeta constantemente al cliente.