Desde los inicios de nuestra vida citadina allá por la Colonia se admiró y mucho todo lo extranjero, lo de Castilla era bueno, cualquier ojiclaro y blanco merecía respeto y admiración, se le abrían puertas a los congéneres. Ejemplos abundan, basta citar la gran acogida que tuvieron entre otros, Humboldt, los sabios franceses, los militares ingleses, etc.
En tiempos más recientes llegaron por diversas razones chilenos, peruanos, colombianos y siguiendo la costumbre se les abrieron puertas, facilitaron caminos y en muchos casos nuevos parentescos. Algunos pagaron mal, la mayoría bien. Creo que el caso Duzac tiene mucho de esto, un foráneo, de fácil verbo, experimentado en cosas del mundo, medio sinvergüenza y ‘blanquito’ deslumbró a la burocracia, les encandiló, les embobó y fue fácil obtener un millonario préstamo, con la garantía de bienes de terceros y salirse con la suya.
Nos traicionó el pasado y un foráneo vino, vio y conquistó a los incautos que por quedar bien, por pretender ser importantes son fácilmente impresionables. Fue fácil para un foráneo aquello que para un nacional abría sido simplemente imposible.