Eugenio Espejo, ícono del periodismo ecuatoriano, se revolvería en su tumba al saber la humillación, el escarnio, las amenazas, restricciones y “sanciones” de todo tipo, de las que, frecuentemente y, a nivel mundial, están siendo víctimas sus colegas independientes: mancillados, perseguidos, privados de la libertad, torturados y, muchos de ellos, vilmente asesinados; todo por tratar de investigar y descubrir, con sagacidad y valentía, los actos de corrupción, nepotismo, narcotráfico, etc., etc., que afectan directamente a las comunidades y países en donde se desenvuelven. En resumen, por defender principios y valores y evitar actos reñidos con la moral y las buenas costumbres que deben regir el comportamiento humano.
Estos abnegados profesionales de la comunicación, tildados muchas veces de “corruptos” son quienes, a riesgo de su propia vida, nos despiertan muchas veces del “letargo”, relatándonos las cosas inverosímiles que ocurren en nuestro entorno y que, como ciudadanos “llanos” no las percibimos; son ellos los que, a través de sus entrevistas, fundamentadas investigaciones y otros recursos idóneos, nos alertan sobre los inminentes peligros que nos asechan y los mecanismos para evitarlos… los que, muchas veces, predicen lo que va a ocurrir en determinado tiempo y que, en la mayoría de los casos, se cumplen.
¡Adelante periodistas de mi patria, íconos del pensamiento, amigos de la verdad, hábiles representantes de la justicia, valientes defensores de la libertad… ¡En este Día especial, la patria entera os admira, aclama y agradece!… No dejen nunca que sus sueños de libertad se trunquen..