Lenín Moreno, exvicepresidente, hombre de singular valor humano, su preocupación por las personas con capacidades disminuidas lo distinguió sin vanidoso alarde, amó al prójimo con optimizado celo, cumpliendo el mandamiento cristiano de hacer del hermano el objeto de su dedicación y apoyo. Por encima de su propia condición de discapacitado físico, demostró ser persona despojada de rencor contra el autor del disparo que lo redujo a depender de por vida de una silla rodante. No permitió que el odio anidase en su corazón, y tuvo el coraje de cambiarlo por amor. Hombre excepcional, ejemplar. Único en medio de circunstancias que el país presencia permanente derroche de amargura, embuste, babosada y fanatismo políticos. Escribe Monseñor Julio Parrilla, Obispo de Riobamba, (EL COMERCIO, 2/06/2013): “Viajando en carro leo la propaganda del Régimen que dice que libertad es tener buenas carreteras, salud o escuelas. No es verdad. La libertad se basa en tener derechos, justicia, inclusión y equidad, en poder expresar tu pensamiento y defender tus ideales, creencias y convicciones sin limitar tu libertad, siempre en el respeto del derecho ajeno y de la libertad del otro”. Lenín Moreno, hombre de recto criterio, sin arrogancia ni falsas posturas ni ambición de poder, de buen humor, respetó, defendió, sirvió, y amó a su pueblo. Se le piensa con gratitud.