Luego de anhelar para EL COMERCIO lo mejor en este inicio de año, por su imparcialidad y sus ejecutorias periodísticas, en especial en el campo cultural, deseo, como ciudadano común y corriente, formular algún comentario en torno al transporte en Quito, que se ha vuelto muy caótico. El transporte de uso público tiene varias fallas, como el irrespeto de los conductores al pasajero con frenadas o aceleradas bruscas en que el viajante, si está de pie, debe sostenerse duramente para no caerse o, en muchos casos, los señores conductores ponen música a veces de mal gusto y con el volumen elevado, o en varios casos, no detienen el bus y se pasan “orondos y lirondos”. Por cierto que en los troles el viaje ya es una odisea a veces dantesca o terrorífica: para ingresar a esos medios de transporte, en calidad de patatas en un costal, hay que estar resignado a recibir codazos, empujones, etc., es decir el trato al pasajero es “a patada limpia”; la dignidad de la persona está por los suelos y eso si no es víctima de algún “jale” de parte de los señores dueños de lo ajeno. Al bajarse del vehículo, igualmente, hay que hacer piruetas para salir, a veces empujando (y recibiendo también empujones y hasta insultos) para ir al lugar de destino. Creo que las autoridades y la Policía deben poner algo de miramiento a este grave problema del transporte (favor, no sean malitos), en que el ciudadano de “a pie” es víctima permanente de ese sistema de transporte que contribuye a sembrar más el sufrimiento del ciudadano común que en general tiene que batirse a duelo en su vida diaria por ganar su sustento o cumplir su deber (pero parece que lastimosamente ya se ha acostumbrado a este ritmo de vida, en especial en el transporte público). Qué triste es ser “hombre de a pie” en nuestro medio. Por cierto que para los señores que manejan su vehículo particular tampoco la vida es tan color de rosa; ellos deben sufrir a veces largas esperas en las colas de carros para poder avanzar poco a poco, o la falta de parqueamiento, etc. En fin, ojalá nos llegue en este tema algún el día el “buen vivir”; esperemos. ¡Qué aguante tenemos!