La oposición tenaz del Gobierno a la negociación comercial con países desarrollados se debe a un pensamiento fundamentalista respecto a la soberanía, que terminará por aislar al país. Se cree casi religiosamente que el Ecuador puede forzar al resto del mundo a aceptar lo que le parece apropiado en términos de soberanía absoluta. Con esta visión autárquica se han construido posiciones intransigentes y fanáticas que está llevando a una equivocación que terminará ahogando más al aparato productivo. Se privilegia la relación con los países pobres de la Alba en lugar de buscar mercados con poder adquisitivo. Juntar el hambre con la necesidad llevará al Ecuador a no tener mercados externos para nuevos productos dinámicos, a no crear más empleos ni atraer inversiones importantes. A pesar del torrente petrolero seguiremos sin usar las exportaciones como motor del desarrollo.
Un acuerdo de libre comercio se negocia en ejercicio de una voluntad soberana a cambio de ventajas económicas en un mundo interdependiente. En el siglo XXI no hay autarquías sino una lucha por conquistar mercados si se quiere progresar hacia el buen vivir. Países comunistas como China y Vietnam negocian acuerdos para vender más y conseguir los recursos para satisfacer las necesidades de sus pobladores. Esto es ser responsable, es ejercitar la soberanía para mejorar la vida de sus pueblos. La globalización y la transnacionalización obliga a ser competitivos y realistas y no a una pasividad como que somos el ombligo del mundo.
Esta visión miope ha impedido que se concluya la negociación iniciada con Estados Unidos, perdiendo la oportunidad de competir en ese mercado con las mismas reglas preferenciales que ha conseguido Perú y quizá Colombia. La misma posición está en camino de obstruir la negociación con la Unión Europea, que es el principal mercado del mundo. Colombia ya lo ha hecho y disfrutará de preferencias arancelarias por ejemplo para el banano, por lo cual venderá a mejor precio que el Ecuador. Quedaremos hecho sánduche, entre Colombia y Perú que ya han pactado con la Unión Europea. ¿Vendrán los inversionistas al Ecuador para proyectos importantes o se irán más bien donde nuestros vecinos?
Quién va a responder en el futuro, cuando no podamos negociar un acuerdo comercial con nuestras especificidades y tengamos solo que adherirnos a lo que pactaron Colombia y Perú. ¿Quién responderá por esta soledad comercial provocada por técnicos que nunca han negociado nada en el campo internacional? Este asunto no es menor porque cuando bajen los ingresos petroleros la depresión económica castigará a los políticos por estos errores. Entonces negociemos el acuerdo comercial con la Unión Europea, cuyo contenido debe ser evaluado antes de tomar la decisión final.